Capítulo 7.

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Los rayos de luz que pasaban por la ventana nos hicieron abrir los ojos, Minho me apegaba a él. Hoy era mi último día aquí, para ser más certeros tenía que estar allá en tres horas o cuatro, pero me daba una pesada sensación el pensarlo, quería conocer más a Minho, que me besara más, que me cuidara más, que me tuviera en sus brazos más tiempo, pero eso no pasaría, no hoy, ni pronto.

Amargo.

Minho me seguía abrazando, pero ahora estábamos frente a frente, tomé su mejilla, él tenía sus ojos medio abiertos.

Me apretó más hacia él: —No quiero que te vayas —podía sentir sus feromonas de nervios y tristeza.

—Yo tampoco me quiero ir, pero tengo que hacerlo. —dentro de mí lo culpaba por haber ocasionado esto, si sólo se hubiera quedado como cliente... Todo sería diferente.

—Haré cualquier cosa para tenerte de vuelta. —y por alguna razón extraña, sentí miedo, algo me ponía así, pero no sabía qué.

—¿Estás seguro de querer quedarte con una prostituta? —no podía verlo a los ojos.

Tomó mis mejillas y me besó.

—Estoy seguro de querer en mi vida al omega más dulce y lindo que he visto. —me acercó a él, todo era muy lindo, en algún momento iba a despertar de este sueño.

Después de una sesión de besos y palabras lindas, salimos para bañarnos juntos, dónde Minho se tomaba todo el tiempo para tallar mi cuerpo con mucha delicadeza.

Quería decir que no sentía nada por él, pero no era así, cuando lo vi por primera vez me causó intriga y deseo, y ahora que lo conozco un poco más, hace mi corazón palpitar más de lo que debería, mis manos sudan y mi lobo se vuelve loco, sin duda quiero seguir con él. Quiero seguir despertando a su lado.

—¿Qué te preocupa? —me besa la cabeza, aún haciendo leves movimientos en mi cuerpo con el jabón.

—No sé —y era verdad, este sentimiento que pasaba en mí no sabía de dónde venía, se sentía extraño.

—Todo estará bien —fue lo único que quise escuchar, no quería una despedida triste habiendo posibilidades de ya no volver a verlo.

Salimos a cambiarnos, el tiempo pasaba rápido cuando sabías que tenías que irte de un lugar donde te sentías cómodo.

El camino fueron besos y leves caricias, y tristeza por parte de nuestros lobos, lo podíamos oler mutuamente.

Cada que nos acercábamos a MAXIDENT, más podía sentir el miedo, algo andaba mal, algo me hacía alterarme. La guardia había disminuido, y habían reporteros.

—Será mejor que me dejes aquí y yo entre por ahí —señalé la puerta secreta que teníamos. —Algo anda mal, te pueden ver —quité mi suéter y le cubrí el rostro, pues no traía mascara.

Él sonreía levemente.

—Es polarizado, tranquilo. —bajó poco mi sudadera. —Te dejaré aquí porque me lo estás pidiendo, pero ten —sacó otro movil y me lo entregó: —dime que estás bien cuando puedas, aquí me quedaré hasta que me marques, es el único número registrado. No te preocupes, ese teléfono no lo podrán rastrear.

Lo besé, me sentía mal, quería cubrirme de él.

Corrí a la puerta para que nadie viera por dónde pasar.

No podía oler nada que no sea miedo y tristeza, tenía que llegar a la casa, tenía que correr con muchas fuerzas.

Lágrimas caían por mi rostro, la puerta estaba tirada. Entré.

Sweet Omega / 2MinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora