Cuidando a Manjiro

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Takemichi Hanagaki:

¿Por qué me siento culpable? él ni siquiera ha dicho que le paso.

Pero ya te debes imaginar que sucedió.

Respiro entrecortado sintiendo mi pecho arder, las manos me tiemblan mientras agarro la gaza húmeda y la paso por su ceja. Sus labios tiemblan al igual que los míos, yo por miedo, él por dolor. Mi corazón late a tal velocidad que parece que se van a salir. Su olor a alcohol y cocaína es embriagante, diría que molesto, pero ya estoy acostumbrado a él. Ambos estamos sin mirarnos a los ojos, pero ambos podemos saber lo que está sintiendo el otro, nos podemos leer sin la mirada y hablar sin la voz.

Ahora él está aquí, gimiendo de dolor entre mis brazos, haciendo de mí su lugar seguro, dejando en mis manos su propio bienestar. Cuando no tengo la certeza de si lo estoy haciendo bien o no. Tengo miedo de mirarlo a los ojos y confirmar que todo esto es mi culpa, tengo miedo de que él vea cuanto estoy sufriendo, porqué conozco tan bien a Manjiro que sé que le dolía más verme triste que sus propias heridas, y me conozco tan poco a mí mismo que no sé qué hare si lo veo llorar.

Aunque si lo pienso bien, actué como si no lo conociera, como si no supiera la clase de persona que es, me conozco tan poco que no pude confiar en lo que conocía de él, y a pesar de no haberlo escuchado de su propia boca se porque esta así, sé que es mi culpa.

Cambio la gaza llena de sangre por una limpia, con esta son cuatro y aún falta mucho que limpiar, la hinchazón en su labio va en aumento y temo que la herida que tiene ahí se pueda infectar. Manjiro se relaja, los músculos de sus brazos dejan de estar tan tensos y afloja su mandíbula un poco. Paso la gaza por su labio, por suerte el sangrado ya paro, eso quiere decir que ha coagulado bien, aun así, es una herida abierta y dolorosa, si o si tendrá que ir a una clínica a que lo revisen. Yo sigo temblando cada vez más, tengo miedo de tantas cosas, de lastimarlo, de verlo mal, de tener vergüenza.

Mi vista va hacia sus lados, sus manos sucias de sangre aprietan fuerte la sábana blanca, la cual esta teñida del color carmesí, sus brazos tienen moretones y cortadas. Su suéter blanco está completamente roto en la parte de adelante, dejando ver marcas de correa en su pecho, sus costillas son bastante notorias y su abdomen es demasiado plano. Me destroza tanto verlo en estas condiciones, quiero llorar, pero él acudió a mí, Manjiro me necesita y por más mal que me sienta no puedo simplemente echarme a llorar, tengo que hacer lo posible para que este bien. Tiemblo mucho más que antes, tratando de retener el llanto, la gaza pasa con dificultad por su labio inferior mientras trago grueso.

-Tranquilo Mitchi, lo estás haciendo muy bien- Manjiro agarra mi mano haciendo que mis movimientos se detengan.

Mi corazón se detiene al ver como curva sus labios tras hacer una pequeña mueca para formar una sonrisa, él suelta mi mano y la apoya en la cama, subo la cabeza lentamente sintiendo la garganta seca, luego de unos segundos de duda decido mirarlo a los ojos, están igual de bellos que la primera vez que los vi, esa misma intensidad pasiva, ese mismo brillo, ese mismo amor. Su forma de mirarme con su sonrisa es igual a la de siempre, no veo la más mínima señal de reproche de su parte, y no sé si eso me alivia o aviva la llama de dolor en mi pecho.

-¡Idiota, ¿por qué sonríes así?!- gimió bajito, no puedo retener más las lágrimas y las dejo salir mientras agacho la cabeza, sintiendo una gran culpa.

Manjiro lleva una de sus manos a mi mejilla, la acaricia despacio, mi cuerpo se estremece ante su toque, y comienzo a sentirme un poco más tranquilo, pues la gentileza con que lo hace me dice que no está enojado, tampoco resentido, su cuerpo me dice que está bien. Y yo no merezco gentileza de su parte, no después de lo que hice.

Somos tu y yo ~ MaiTake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora