Reyes darian sus coronas por el

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-Esto no es para nada mi estilo, Eloise. -ve el espejo observando detalladamente lo que su madre ha escogido que lleve puesto para la gala de hoy. Suspira cansado intentando no decirle lo que realmente piensa de este maldito atuendo.

-Gladio, no se en que momento me empezaste a llamar así en lugar de madre.- le dice mientras estira las mangas de la camisa, mientras busca el mínimo defecto para resolverlo. - pero te juro que si me llamas así frente al consejo o los reyes y reinas de las demás familias, ser el alfa mas peligroso de la familia no te salvara de mi.

Solo suelta una pequeña risa mientras ella termina de arreglarle. Que horrible atuendo. Es una camisa blanca con encajes en la parte de enfrente, un pantalón del mismo color junto con unos zapatos blancos sencillos. Si no fuese por la camisa no tendría problema alguno en usar este atuendo, pero enserio es realmente horrible.

-¡Listo!, guau, que guapo te ves. - le dice sonriendo mientras se baja del banco en el cual estaba para poder alcanzarle un poco. -y pensar que lo serias aun mas sin esa cicatriz. -bromea riendo mientras se voltea quitándose sus anteojos. -ahora hijo, ve a buscar lo que te vas a llevar para poder irnos.

Gladio pierde su humor al escuchar eso, y es que aunque el no le interesa un carajo lo que los demás piensen de el físicamente, cuando es su familia la que le hace esos comentarios, no puede evitar sentirse mal. Melia, su omega destinada, le amaba mucho, y el a ella también, pero ni siquiera ella había sido la excepción. Melia se sentía incomoda al verlo a los ojos y por eso simplemente los evadía, así que Gladio contrato un maquillista profesional para que le ayudase a cubrirla, hasta que Gladio aprendió y lo hacia el mismo. Y aunque ya Melia no lucia tan incomoda por su rostro, lo evadía aun pero en menos ocasiones. Cuando ella murió, Gladio no vio razón alguna para seguir haciéndolo, así que simplemente dejo de hacerlo, y en su lugar siempre la lucia orgulloso de ella.

Por eso cuando ese omega lo vio a los ojos el otro día, sin incomodidad y tan tranquilo, algo dentro de el se sintió bien.

-¿No me digas que enserio piensas que iré vestido así, Eloise?. -le dice mientras se quita la camisa deprisa y opta por una de color negro, decide quedarse con el pantalón y los zapatos y termina acompañando el atuendo con un saco de color blanco.

-Pues me hubieses dicho desde antes que me tardara horas perfeccionandote mocoso. - le dice ella con las manos cruzadas ojos amenazadores.

-Ni siquiera deseo ir, a quien quieren ver es a Galvin, no a mi, yo no heredare, sino el. Porque hoy insistes tanto en que vaya. - le dice acomodando el cuello de su camisa para luego proceder a colocarse el saco.

Su madre de acerca a el lentamente e intenta ajustarle el saco de la manera correcta, al menos lo que puede gracias a su altura.

-Porque hoy no solo se reunirán para hablar de política y cosas así. El consejo se entero que tu hermano encontró a su omega, y quieren conocerle....- le dice mientras observa a Gladio, el cual solo aprieta la mandíbula y lleva su vista a otro lado de la gran  habitación que tiene como armario, y es que su mama sabe, una madre siempre conoce a sus hijos, y ella noto el interés de su hijo hacia el omega de su hermano la noche que llagaron al palacio, noto como los ojos de Gladio se fijaron en el mientras Fausto lo subía por la escaleras, y le dolía saber que su hijo estaba condenado a vivir sin ello luego de la muerte de Melia. Suspiro y continuo hablando en su tono calmado. -debemos estar allí para el, Gladio, y espero que no intentes nada malo con ese pobre omega, ¿entiendes?. -le dijo mientras el asentía lentamente sin mirarle a los ojos. -tu padre y yo te esperamos en el auto, no tardes ¿ok?.- vuelve a asentir en silencio mientras ella toma el bolso del pequeño sofá que hay en medio de la habitación y sale de esta.

Gladio recuerda al pequeño omega, y sus recuerdos de hace dos semanas cuando llego el omega al lugar vienen de nuevo a su mente, cuando lo vio pasar por la puerta del palacio en manos de Fausto y su olor inundo sus fosas nasales.

Una Polilla Entre MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora