Capítulo 59: «Veinticinco años (Quinta parte): ...sigues siendo tú I»

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Sí, he borrado un montón de capítulos debido a que la historia va a empezar a publicarse en breve con LESEditorial. Y sí, han pasado dos mil siglos desde la última actualización, pero más vale tarde que nunca. 

Confirmo que voy a publicar aquí lo que queda de la historia: la segunda parte de este capi (porque ya sabía yo que se me iba a alargar) y un epílogo (de longitud desconocida).

De momento, espero que disfrutes de la primera parte del fin de semana babyfree...


Se despertó despacio, de medio lado en mitad del colchón y con el edredón enredado a la altura de la cintura. Tardó un par de segundos en abrir los ojos a cámara lenta y los entornó casi de seguido al encontrarse con demasiada luz al otro lado de sus párpados cerrados. Le costó dos o tres latidos empezar a ser consciente de que sentía el cuerpo extrañamente ligero y los músculos relajados. Encajaba perfecta en el colchón y casi le dio pena moverse para poder consultar la hora en el despertador.

Demasiado silencio para las diez de la mañana.

Hacía meses que no dormía tantas horas seguidas y así de profundo.

En un primer momento pensó que Lexa se habría levantado pronto para encargarse de Emma, porque su bebé maravilla no aguantaba en la cuna pasadas las ocho y lo anunciaba bien alto, pero la notó moverse a su espalda y recordó que aquel fin de semana era solo suyo. El familiar peso de su brazo la rodeó por la cintura y sonrió al sentir cómo enterraba la nariz en su pelo.

Lexa la besó suave en la nuca y ella cerró de nuevo los ojos, inmóvil y en silencio, porque no era un beso de los de «despierta». Aquella caricia de los labios de su mujer ni siquiera estaba diseñada para que ella la sintiera.

Lexa la mimaba de esa forma cuando pensaba que estaba dormida, un beso pausado en su pelo, en su hombro o en su mejilla. En su nuca. Besos sin más objetivo que sentirla bajo sus labios, ridículamente simples. Una vez a los diecisiete años, la sorprendió girándose hacia ella y preguntándole «¿qué haces?» y su novia le respondió un sencillo «darte un beso» con media cara hundida en la almohada y ahogando un bostezo. Se le ocurrió decirle «¿Sabes que si estoy dormida es como si no me lo dieras?» y Lexa le contestó «No es para ti, es para mí». Después se le colocó encima con demasiada energía para añadir: «Te quiero, aunque estés inconsciente», dedicándole aquella sonrisa tonta que le gustaba tanto.

Le sonó a «Siempre me siento así, aunque tú no te enteres» y en aquel momento se enamoró de ella un poco más.

Decidió estirar eso de «estar inconsciente», porque estaban solas, así que no tenían prisa y le gustaba enterarse de cómo se sentía Lexa cuando ella no miraba. Su mujer la estrechó entre sus brazos pegándose a su espalda al máximo y se tragó una sonrisa al oírla soltar un ronroneo satisfecho de «es lo mejor del mundo».

Eso también debía de ser «para ella».

Cuando empezaba a considerar bastante probable volver a quedarse dormida, la alarma del despertador de la morena comenzó a sonar y Lexa susurró «No, mierda» muy bajito y se apresuró en girarse y reptar hasta su mesilla para apagarlo. Una vez hubo devuelto el silencio a la habitación, la sintió regresar a su lado y asomarse con cautela sobre su hombro.

Notó su mirada estudiándole las facciones durante unos segundos más de los necesarios, como si sospechase que fingía estar dormida o algo, y pensó «Joder, Lex, ya. Que me va a dar la risa». Justo cuando creía que no aguantaba más, la morena le rozó la mejilla con los labios y se levantó de la cama en plan supersigiloso. La escuchó salir de la habitación y entornar la puerta tras ella muy despacio.

RECUERDOS (Solo los primeros capítulos. Incompleta por publicación editorial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora