Epílogo: «Hormigas o dinosaurios»

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NOTA AUTORA: Primero, muchísisisimas gracias a todas las personas que me habeis acompañado durante la publicación de esta historia. Por primera vez, el tiempo entre la actualización de capítulos se ha hecho eterno y siento que haya sido así, por eso os doy el doble de gracias por seguir acompañándome y por vuestra paciencia. Agradezco un montón vuestros comentarios y el cariño que le tenéis a la historia.

Después de estas dulces palabras...

ADVERTENCIA DE LA AUTORA:

Como ya sabeis, RECUERDOS se está publicando con LESEditorial y en breve saldrá publicado el último volumen. Por esto ADVIERTO que dejaré este epílogo durante un par de semanas, para dar tiempo a que lo leais, y después borraré los últimos capítulos que quedan publicados. Solo quedarán disponibles los del inicio de la historia. 

Repito: el epílogo estará disponible un par de semanas y luego lo borraré junto a los últimos capis que siguen disponibles. ADVERTIDO QUEDA TODO EL MUNDO. 

 Aquí os dejo el epílogo. Espero de corazón que os guste.




Clarke y Lexa a los treinta y dos años

Normalmente sus días eran mucho más rutinarios.

Desayuno, colegio, mucho trabajo en el taller e interminables tardes en el parque. Asistencia a cumpleaños varios y clases de baile para todas las edades, porque Emma se había aficionado al baile urbano y acudir a la academia los martes por la tarde era de sus momentos favoritos de la semana. No sería ella quién lo dijera, no quería hacer leña del árbol caído, pero a sus ocho años ya bailaba mucho mejor que Lexa a los treinta y dos.

De todas formas, tampoco hacía falta verbalizarlo, resultaba bastante evidente a simple vista y no tenía pintas de ir a cambiar en un futuro cercano.

A pesar de todo, y siguiendo con la tradición Woods, su mujer intentaba acompañarla en sus coreografías y a Emma le encantaba su falta de ritmo. Bailar con los dos pies izquierdos de Lexa parecía ser una especie de adicción irresistible para las chicas Griffin.

Aquella rutina de los días de diario concluía con la vuelta a casa, baño, cena, cuento y cama y los fines de semana solían estar llenos de comidas en casa de los abuelos, juegos de mesa y de exterior en el jardín y excursiones en plan aventurero. Últimamente, Emma no paraba de pedir que fueran al Museo de Historia Natural de Cleveland, más concretamente a su área dedicada a los dinosaurios. Su primogénita llevaba meses obsesionada con aquellos animales prehistóricos.

Así que esa era la rutina de todos los días, pero aquella mañana era especial. Distinta.

—¿Y por qué no vamos al Cretácico?

Emma entró en la cocina pisando fuerte. Ni un «buenos días, mami». Nada de «¿cómo has dormido?». Ni siquiera un escueto «ey». Ahorrando palabrería estéril y directa al grano, así que ella levantó la vista de las tortitas casi en su punto y la dirigió a su hija. La localizó estirándose para hacerse con los cubiertos para su desayuno que habían colocado a su alcance en un compartimento de la encimera y sonrió al verla ataviada con su camiseta de Jurassic Park. Un poco vintage para su edad, pero adorablemente friki.

—Buenos días a ti también. Y porque no se puede viajar en el tiempo.

—¿Y en esa isla hay dinosaurios? —curioseó depositando sus cubiertos en el lugar que siempre ocupaba en la mesa—. Buenos días.

RECUERDOS (Solo los primeros capítulos. Incompleta por publicación editorial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora