Buf, los trece.
Posiblemente aquel fue el año más complicado y caótico de toda su vida. De toda entera. Si tuviera que definirlo con tan solo una palabra la elegida sería: «confuso». Demasiados sentimientos y demasiadas sensaciones nuevas. Demasiada intensidad. Muchos «dejadme en paz» y ningún «porque no me atrevo a contar lo que me pasa». Como decía: muy, muy confuso. Y la fuente principal de toda aquella confusión tenía nombre y se llamaba Lexa.
Lex.
Su mejor amiga.
Las cosas entre ellas no habían cambiado, pero ya no eran igual que antes. Confuso.
Desde hacía algún tiempo cada vez que miraba a Lexa la miraba igual que siempre, pero veía algo más. Cada vez que tocaba a Lexa la tocaba igual que siempre, pero sentía algo más. Y cada vez que pensaba en ella... Bufff, cada vez que pensaba en Lexa se acordaba de aquel beso de fresa que no cambió nada entre ellas.
Fue la primera vez que se guardó sus pensamientos, la primera vez que no pudo o no supo cómo compartirlos con su mejor amiga. A distancia y en silencio. Lexa se vio obligada a mirarla desde fuera, con ojos tristes y mandíbula tensa, con miedo y desconcertada, porque hasta entonces se lo habían contado todo y por primera vez era diferente. Se sentía tan distinta por dentro que el conseguir que todo siguiera igual por fuera era imposible y, aun así, lo intentaba.
Agotador.
Fingía y se agobiaba. La quería cerca y la alejaba. Guardaba secretos que la incomunicaban en su propia isla desierta y apartaba a todo aquel que trataba de llegar hasta ella a golpe de portazos y malas caras. Margaret y Douglas decían que era la adolescencia y Glenn se encontraba demasiado ocupado librando sus propias batallas de quinceañero rebelde. Lexa le pedía en silencio «habla conmigo, por favor» y ella fingía no oírla para no tener que decir «lo siento». No se atrevía a preguntarle si también pensaba a veces en su beso de fresa.
Al final lo diferente que se sentía por dentro comenzó a afectar a lo de fuera. Lexa la conocía muy bien, casi mejor de lo que se conocía ella misma y, gracias a Dios no sabía qué, pero se dio cuenta de que algo había cambiado. Joder, como si tuviera visión de rayos X, sospechaba que, cuando se trataba de ver a través de ella, Lexa la tenía de verdad.
Se sentía acorralada cada vez que la morena trataba de acercarse e intentar que se abriera y Lexa se sentía rechazada cuando ella negaba que algo fuera diferente. Cambió la dinámica de su relación entera. Cambió para mal y las cosas comenzaron a ser diferentes también por fuera. Más confusión. Genial.
No dejaron de estar juntas, no abandonaron los viernes de cine y su colección de cómics siguió sumando ejemplares, pero las peleas se hicieron más serias, se convirtieron en discusiones provocadas por todo lo que ella no decía y probablemente por lo que Lexa decía también.
Durante los trece discutieron más que en todos los años anteriores juntos. Y ya no eran riñas tontas por qué dibujos ver, o porque una de las dos se había comido la última galleta. Trataban sobre la confianza porque Lexa sentía que ya no confiaba en ella como antes, trataban sobre cosas serias y dolían. Esas peleas dolían mucho más que cuando una de las dos se comía la última galleta.
Y cada vez que Lexa se marchaba enfadada, o cada vez que era ella quien salía corriendo, lloraba, porque necesitaba a su mejor amiga, volver a la inocencia de todas las preguntas y a la simplicidad de las respuestas que se habían dado a lo largo de los años. A preguntarle cómo se sentía después de que Nathan le chuperreteara la cara, o por qué los mayores se besaban en las películas si era tan asqueroso.
La pregunta que se moría por hacerle no tenía nada de inocente, ya no. «¿Piensas en nuestro beso de fresa?». Y fuera cual fuera la respuesta no tendría nada de inocente tampoco y las llevaría a más preguntas del tipo «¿Por qué? ¿Tú sí?». No creía estar preparada para escuchar lo que Lexa tuviera que decir y estaba segura de que no podría responder todos sus interrogantes, así que se quedaba callada, negando que nada hubiera cambiado y llorando cada vez que una nueva pelea las separaba.
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RECUERDOS (Solo los primeros capítulos. Incompleta por publicación editorial)
FanfictionAdaptación Clexa de una historia que escribí hace mucho tiempo. Se conocieron en una clase de segundo de infantil a los cinco años, y, a pesar de la reticencia inicial de Clarke y gracias a las deliciosas galletas que Lexa llevaba como almuerzo cad...