Capítulo 4: «Ocho años: El abuelo Charlie»

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Siempre había estado ahí para ella, siempre. Cuando se conocieron Lexa le había dicho que las mejores amigas jugaban juntas, se sentaban juntas en clase y se contaban secretos. Era el concepto del término «amistad» para los niños de cinco años. Pero poco a poco había ido dándose cuenta de que la amistad no solo era eso. La amistad era mucho más, al menos la suya con Lexa lo era. Incluso cuando una de las dos no quería jugar porque estaba enfadada o triste la otra se quedaba a su lado, tratando de hacerla reír a base de inventarse historias tontas y casi siempre lo conseguían.

Le debía eso a Lexa, bueno, le debía tantas cosas a Lexa que no podría enumerarlas todas. Habían descubierto juntas lo que era la amistad y entre las dos habían construido la mejor del mundo. Era una de esas que sabes que va a durar para siempre, de esas que hacen que nunca jamás te sientas solo porque sabes que ella está ahí. Eso le había dado Lexa, Lexa estaba ahí todo el tiempo. Con ella.

Como aquella vez que la clase había planeado una excursión al parque de atracciones y todos los niños estaban extremadamente emocionados y Lexa no había dejado de hablar de las ganas que tenía de montarse en todas y cada una de las atracciones. Llevaba una semana entera enumerándolas. De repente a ella le habían castigado sin ir a la excursión por un desafortunado incidente que incluía una pelea con Glenn durante el día, y unas tijeras y el pelo de rata de su hermano durante la noche. ¿Qué? ¡Había quedado muy guapo! Total...que Margaret y Douglas le habían dejado sin excursión. Se quedaría en casa ese día. Lexa se lo había tomado incluso peor que ella misma y se había negado en rotundo a ir si ella no le acompañaba. Naturalmente Christine y Mike habían insistido diciéndole que habría muchos más niños y que iba a pasárselo igual de bien. Lexa les había preguntado que en qué planeta vivían, no le habían respondido claramente, y ella no lo sabía con exactitud, pero desde luego en uno muy alejado de la realidad. Por supuesto que no se lo pasaban igual de bien la una sin la otra, pero Christine y Mike iban a obligarla a ir de todas formas. Así que Lexa provocó su propio «incidente».

El «incidente» de su amiga había tenido que ver con el jarrón favorito de su madre y la guitarra favorita de su padre. Resultado: Castigada. Ninguna de las dos iría a la excursión y las cosas habían salido rodadas, porque Clarke iba a quedarse en casa de sus abuelos aquel día, ya que Douglas y Margaret debían trabajar, pero a última hora había surgido un imprevisto con sus potenciales canguros y la pequeña Clarke había sido acogida en casa de Lexa.

El mejor castigo de todos los tiempos.

Lexa le había demostrado que las mejores amigas no solo juegan juntas y se divierten. Que la amistad era mucho más que compartir almuerzos, ver series de dibujos acurrucadas en el sofá y luchar juntas contra monstruos imaginarios. Porque, al crecer, algunos de esos monstruos dejaron de ser imaginarios y esos daban mucho más miedo, pero ninguna de las dos dio un paso atrás.

Lexa le enseñó a ser mejores amigas para lo bueno y mejores amigas para lo malo.

Clarke y Lexa a los ocho años

Avanzaba de la mano de su padre hacia la casa de su mejor amiga. Todo el mundo estaba muy serio y se habían vestido como si fuera domingo y no era domingo, era viernes. Ella estaba muy preocupada, mucho, porque Clarke no había ido a clase aquel día. Le había preguntado a su madre dónde estaba su mejor amiga nada más salir por la puerta del colegio y Christine le había explicado que se había quedado en casa aquella mañana porque estaba muy triste porque su abuelito se había muerto.

Su mejor amiga siempre decía que su abuelo Charlie era el mejor abuelo del mundo, y sus abuelos también eran muy buenos, pero es que el de Clarke se sabía cantidad de cuentos y su abuela y él siempre las llevaban al cine cuando se les antojaba ver una película. Tenía bigote blanco y pelo solo a los lados de la cabeza, casi siempre llevaba gorros o sombreros, porque decía que si no se le escapaban las ideas. Cuando una se le escapaba se tiraba del bigote para volver a meterla en su sitio y ellas se morían de la risa al verlo porque eso no podía ser. El abuelito de Clarke era muy gracioso.

RECUERDOS (Solo los primeros capítulos. Incompleta por publicación editorial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora