Los viernes por la noche eran especiales. Sus días favoritos. Lo habían sido desde siempre, porque daban inicio al fin de semana y ella odiaba las clases, el colegio y tener que hacer deberes, pero empezaron a ser doblemente especiales cuando Lexa y ella cumplieron diez años. Sí, a los diez años comenzó una tradición Griffin-Woods, una que le encantaba especialmente y que seguía vigente en la actualidad: «Noches de cine».
Se inició un viernes cualquiera, porque a ella le gustaba ver películas y a Lexa le gustaba ver películas y les gustaba más aún ver películas juntas para poder comentarlas en vivo y en directo como si fueran expertas en críticas cinematográficas. A veces en su casa y a veces en casa de la morena, pero siempre con palomitas y con sus refrescos favoritos. Principalmente elegían películas de terror y ambas se protegían con una enorme manta que actuaba como escudo protector contra Freddy, Jason y Norman, entre otros.
A su amiga en un principio eso de ver películas de miedo no la había convencido demasiado, completamente predecible, porque se trataba de Lexa, la niña más cobarde en un millón de kilómetros a la redonda, pero poco a poco la morena había desarrollado una especie de adicción en la línea del amor-odio hacia ese tipo de películas. Cada viernes insistía en que vieran una y cuando salían los créditos juraba y perjuraba que jamás de los jamases volvería a ver ninguna más tapada hasta arriba con la manta. Al viernes siguiente todo volvía a empezar, un círculo vicioso empapado de la ambivalencia más absoluta.
Las dos se morían de miedo bajo la manta, sin despegar sus ojos de la pantalla ni un segundo. Lexa admitía estar asustada con una facilidad francamente vergonzosa, pero ella jamás. No sabía por qué, pero desde el principio había adoptado el papel de valiente en aquella relación de dos, muchas veces era pura fachada, ella lo sabía y Lexa también, pero a la morena parecía calmarla igual verla tan segura de sí misma en la superficie, de modo que seguía fingiendo y dejaba que su amiga se apretujara contra ella en las secuencias más críticas de las películas.
Nadie más estaba invitado a sus noches de cine. Era algo solamente suyo, de las dos. Estimaba que desde los diez años hasta el día presente Lexa y ella habían visionado todas las películas de miedo rodadas en habla inglesa. Un montón. Vampiros, esqueletos y muertos vivientes. Fantasmas, casas encantadas y asesinos en serie. Pesadillas, tuvieron muchas pesadillas derivadas de aquellos primeros viernes de cine, porque pensaban iniciar su tradición visionando Toy Story y terminaron viendo a Freddy Krueger colándose en los sueños de la gente con su sombrero viejo y su jersey de rayas, con aquellas cuchillas afiladas. Eso de ver Pesadilla en Elm Street a los diez años fue una temeridad e idea suya, por supuesto, Lexa simplemente se dejó arrastrar. Habían pasado quince años desde la primera vez que la vieron y aún recordaba vívidamente lo fuerte que le había apretado el brazo durante la duración entera del film. También se acordaba de lo increíblemente asustada que ella misma se había sentido durante la película, y después, sobre todo después.
Tardaron días en superar el miedo a cerrar los ojos y dormir, ambas convencidas de que Freddy aparecería en sus sueños y acabaría con ellas, pelándolas con sus cuchillas como si fueran naranjas en plena temporada.
Terrible.
A pesar de haberlo pasado horriblemente mal aquella noche, el viernes siguiente decidieron ver Pesadilla en Elm Street 2, al siguiente la tres y al siguiente la cuatro, así hasta que se terminó la saga. Y era verdad que fue ella quién eligió aquella película para inaugurar la primera sesión de cine de los viernes, pero no era menos cierto que Lexa insistió en seguir viéndolas todas y eso que era la que más gritaba de las dos y la que luego tardaba más en dormirse.
Lexa Woods, un misterio de la naturaleza.
Clarke y Lexa a los diez años
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RECUERDOS (Solo los primeros capítulos. Incompleta por publicación editorial)
FanfictionAdaptación Clexa de una historia que escribí hace mucho tiempo. Se conocieron en una clase de segundo de infantil a los cinco años, y, a pesar de la reticencia inicial de Clarke y gracias a las deliciosas galletas que Lexa llevaba como almuerzo cad...