Dicen que la gente cambia a medida que crece, que quieren diferentes cosas y que no deseas lo mismo cuando tienes seis años, que cuando tienes dieciséis, y en parte es verdad. Por ejemplo, ella, Clarke Griffin, a los siete años de mayor quería ser artista de circo, a los ocho pilotar aviones, a los nueve convertirse en astronauta y hasta los dieciocho no se decidió finalmente. Cada año quería ser algo distinto, le gustaba una música diferente, cada año cambiaba de sabor de helado favorito y los posters de su pared. Pero siempre había querido estar con Lexa, por encima de todos los cambios superficiales Lexa había sido una constante en su vida. Primero como su mejor amiga y después como mucho más. Sabía que a la morena le pasaba lo mismo y crecieron juntas queriendo seguir juntas.
A través de cambios de todo lo demás, lo único que ninguna de las dos había querido modificar jamás eran ellas.
A un nivel muy básico siempre se habían sentido especialmente unidas, con muchos más derechos que el resto de niños. Al principio se enfadaban si la otra hacia más caso a otros compañeros, como aquel día que a Lexa se le ocurrió jugar a la plastilina con Ronda. ¡Con Ronda! ¿Woods, dónde tenías la cabeza? Se pasó todo el recreo sin hablarle, porque había preferido jugar con aquella loca mezcla plastilina que con ella. Celos, celos, porque eran las mejores amigas y nadie podía meterse en medio de aquello.
Al principio sus celos en torno a la figura de Lexa eran solo celos de mejor amiga, medianamente tolerables, pero más adelante se convirtieron en celos de los peores, de esos que te comen por dentro y no te dejan dormir, ni comer, ni siquiera respirar sin que te duela un poquito.
Nunca le había gustado que otra gente mirara a Lexa más de la cuenta, y lo hacían, lo hacían mucho. Tanto chicos como chicas, la miraban cuando caminaban por la calle, la miraban si estaban tomando algo en un bar, en cualquier sitio. ¿Y podía culparles? ¡Sí, sí que podía! Y de hecho lo hacía y les dedicaba miradas asesinas hasta que se daban por aludidos y dejaban de desgastarle a la novia.
El primero que empezó a mirar a Lexa como si su mejor amiga fuera especial para él, fue un come mocos llamado Nathan. Lexa no se dio cuenta de sus miraditas entonces y seguía sin darse cuenta de las miradas de todos los demás muchos años después. La morena desconocía la expectación que causaba, ignoraba lo increíble y absolutamente preciosa que era. Y si lo sabía prefería obviarlo.
Clarke y Lexa a los siete años
Era domingo por la tarde y llevaban allí mucho rato, en el rincón más apartado del enorme jardín de la casa de Lexa. Aquella mañana había convencido a su amiga para que le ayudara a buscar botellas. Botellas de lo que fuera. Botellas vacías. La morena había accedido fácilmente aún sin saber el objetivo que perseguía con aquella recolección. Así que Skippy, Lexa y ella se habían pasado media tarde rastreando los alrededores.
Tras una extensa búsqueda, no habían encontrado las suficientes, y por eso entraron en casa de los Woods y vaciaron unas cuantas de las que encontraron en la nevera aprovechando que Margaret y Christine estaban ocupadas en el salón. Ella se había bebido una Coca Cola, Lexa un zumo de naranja y habían llenado el bebedero de Skippy de zumo de manzana. Vaciaron dos cervezas, tirando su contenido por el fregadero, y ya estaban listas. Listas para llevar a cabo lo que tenía en mente: afinar su puntería.
Exactamente, afinar su puntería, eso quería, porque una nunca sabe cuándo va a necesitar de ese tipo de destrezas y prefería estar preparada. Así que la morena llevaba casi una hora sentada en el suelo junto a Skippy, ambos a su espalda, observando cómo ella les disparaba piedras a los envases con un tirachinas, trataba de derribarlos, pero no siempre lo conseguía. Vale, casi nunca lo conseguía, pero Lexa le aplaudía muy fuerte cada vez que una de las botellas caía abatida. Apoyo moral. Skippy por su parte corría hasta el lugar del derribo para olisquear la lata o la botella hasta que se cansaba y volvía junto a la morena.
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RECUERDOS (Solo los primeros capítulos. Incompleta por publicación editorial)
FanfictionAdaptación Clexa de una historia que escribí hace mucho tiempo. Se conocieron en una clase de segundo de infantil a los cinco años, y, a pesar de la reticencia inicial de Clarke y gracias a las deliciosas galletas que Lexa llevaba como almuerzo cad...