Aquel sábado había sido un bastante tranquilo, feliz... único sin duda. La familia había pasado el día fuera disfrutando de poder estar los tres juntos. Hicieron todas las cosas que solían hacer en casa pero esta vez en el exterior.
La pequeña niña de pelo negro reía feliz mientras miraba a sus progenitores con una amplia sonrisa. Queriendo que aquel día no acabase pues sabía que a la mañana siguiente, su madre volvería de nuevo al hospital pues a pesar de no saber que le pasaba, solo sabía que estaba enferma.
Cuando la noche cayó finalmente, la menor fue arropada por su madre la cual le contó una preciosa historia y dejó un beso sobre su frente. Espero hasta que la pequeña cayese en los brazos de Morfeo y cuando vio como su respiración se relajaba, decidió que era momento de ir a dormir con su marido.
Antes de aquello, quiso ir a por agua por lo que comenzó a bajar las escaleras del hogar pero mucho antes de llegar al final, su cuerpo falló completamente haciéndola caer.
Las luces de la vivienda se fueron encendiendo y apagando siguiendo el recorrido que la persona del interior de la casa realizaba hasta que finalmente, una de esas luces se quedó fija.
El sonido de unas sirenas no tardó en resonar por aquel barrio tan silencioso el cual aquella noche se vio inundado por el llanto de un desesperado hombre el cual estaba perdiendo a su otra mitad. A la única persona que había sido capaz de amar sin más. La persona que le había enseñado lo que era aquel sentimiento tan único y especial.
Reiko, la pequeña niña de aquella casa ni siquiera fue consciente de lo que pasaba en la planta inferior y cuando a la mañana siguiente despertó, estaba simplemente sola.
Bajó a la parte de abajo y caminó hacia la cocina. Se sentó en el lugar que solía ocupar cada vez que desayunaban en familia y miró al frente esperando ver a su madre o padre bajar.
Movía sus pies los cuales aún no llegaban al suelo pues solo era una niña de apenas ocho años.El día siguió y ella no se movió de aquel lugar. Estaba comenzando a oscurecer, sus tripas rugían pues no había comido nada en todo el día.
Apoyó sus brazos sobre la mesa de madera y siguió observando esperando que finalmente alguien viniese a por ella.
Aunque aquello no pasó, por lo menos no aquel día, ni el siguiente... fue al tercer día que la puerta principal se abrió y su padre apareció en su campo visual.
El hombre le echó una rápida mirada a su hija y al ver el reflejo de su ahora difunta esposa, no pudo aguantar el llanto.
La niña sin saber qué hacer, corrió para calmar el llanto de su padre pero aquello no servía para nada. Al contrario, solo hacía llorar más a aquel hombre que sabría que no se vería capaz de contarle a su hija que nunca volvería a ver a su madre.
Poco a poco, los días, las semanas... los años... fueron pasando y aquella niña que nunca pudo despedirse de su madre, ya cursaba el segundo año en la preparatoria Johzenji.
Reiko siempre caminaba sola por los pasillos, nunca iba en compañía y su voz solo se escuchaba cuando un profesor le hacía hablar o cuando comenzaba a manifestarse en la entrada del instituto por alguna causa que mereciese la pena según ella.
Aquellas manifestaciones, habían conseguido que cada sábado durante un mes, tuviese que ir a retención para poder corregir su mal comportamiento.
Para ella pensar que pasaría todo el sábado fuera de casa era algo estupendo y no solo eso, también pensaba que por fin a ojos de su padre volvería a existir...

ESTÁS LEYENDO
The Loneliest || Yūji Terushima
Hayran KurguEl sentimiento de ser invisible era el único que Reiko sentía cada día que pasaba aunque lo que no sabía, es que para una persona en concreto ella nunca había sido invisible...