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No solía asustarse tal fácilmente. No de los vivos al menos.

La gente solía quererlo en su mayoría, decían que era un gran joven, inteligente, educado, adorable, talentoso, con un buen futuro por venir. Era querido, respetado, admirado siendo tan pequeño.

Algo le decía que aquel omega extraño no pensaba lo mismo y Jungkook sólo quería evitarse problemas innecesarios.

Aunque trató de que eso no fuera a turbarlo, lo hizo desde el día anterior en que percibió cierto aroma cubierto de amargura en Taehyung. El alfita le había asegurado que Woojin no le había hecho algo, que sólo hablaron unos segundos y eso fue todo. Le dijo que seguro su aroma era tan fuerte porque estaba triste y por eso se le había adherido a la ropa, pero Jungkook no estaba de acuerdo con eso.

Algunas veces su compañero de danza, Hoseok, estaba triste y era un alfa unos cuantos años mayor que él, y no por eso su aroma abastecía su entorno al nivel de hacer que Jungkook oliera a su lobo.

Era extraño. Ninguno lo podía negar, así que sólo decidieron olvidarlo. Taehyung tuvo la mejor idea para hacerlo. Sólo faltaba hornear el pan y recoger las flores frescas, sin olvidar que debían relajarse, distraerse y descansar.

—¿Quieres ir a pedir dulces?

Esa se veía como una gran idea en una fecha como esa. Aunque a Jungkook le habría gustado estar listo para la ocasión y tener algún disfraz.

Una suerte que Taehyung tuviera tanta imaginación para elaborar ellos mismos sus trajes.

De eso hacia un día exactamente. Ahora, andando entre las calles con la noche sobre sus cabezas, con calabazas tejidas a mano recién compradas cargando golosinas, un pálido fantasma con cabeza de calabaza hecha de engrudo y un aterrador vampiro buscan un nuevo hogar para visitar. Los padres Kim los siguen desde atrás junto al mayordomo favorito de Taehyung, Namjoon, que les había ayudado a hacer sus disfraces.

—¿Estás bien? —preguntó el pequeño vampiro Kim cuando vio a su amigo fantasma perder toda expresión mientras caminaban con sus bolsas de calabazas.

Aquello debía ser motivo para estar más que alegres como hacía unos minutos, así que no se explicaba por qué el cambio al estar observando todo, a todos los demás cachorros disfrazados y las risas.

Jungkook se puso cabizbajo, su gesto apenas notorio entre la boca dentada de la calabaza falsa cubriéndole la cabeza.

—Cuando me presente como omega los demás cachorros dejaron de invitarme a salir en Halloween —musito lo suficientemente alto para que lo escuchase—. Dijeron que me había vuelto demasiado aburrido.

Sus cejas se fruncieron.

—Eso es triste.

Y el cachorro más joven sólo se encogió de hombros.

—Así son las cosas. Tienes un lobo y de pronto todos piensan que ya no eres divertido.

—Bueno, creo que olvidaste que en Halloween no eres tú. Hoy eres El Fantasma Calabaza y yo El Conde Kim —se señaló el pecho con una mano, ocultándose después detrás de su capa—. Ahora vamos a asustar y por unos dulces.

Justo después de eso ambos podían decir que habían terminado exhaustos de tanto caminar, reír y hablar. Desde sus bolsas repletas de dulces, bocas con sabores azucarados, ácidos y a caramelo, y uno que otro regalito extra de alguna casa como un conmemorativo broche de temporada. Pero había valido la pena completamente aunque los pies les dolían sentados en la habitación de Taehyung a donde se fueron a ocultar una vez los adultos durmieron y continuaban degustando los dulces en una carpa improvisada de una sábana sostenida de los pedestales de la cama de Taehyung.

Ya pasaba la media noche, la historia de terror que el alfita inventó llegó a su fin y Jungkook vio eso como su oportunidad para decirlo.

—Taehyung —el mencionado lo miró, chocolate ensuciando su mentón—, gracias por todo.

Taehyung agrandó los ojos, sintiéndose aún más feliz de lo que ya estaba. Su sonrisa lo delató.

—No hay de qué.

Metió la mano a su calabaza y le regaló una de las gelatinas caseras que le habían dado, como sabía ahora que era las favoritas de Jungkook.

Si alguno de los dos se llegó a cuestionar si la magia de la Madame iría a funcionar, cualquier duda quedó resuelta una vez divisaron juntos la casona a lo lejos durante su travesía. Por las ventanas habían logrado ver a la mujer saludarlos y por un segundo sintieron que podían hacerlo.

Que efectivamente eran un vampiro y un fantasma calabaza, que tenían el mundo a sus pies y que cualquier cosa era posible de ahí en más.

Ellos podrían liberar al fantasma que extrañamente sentían que podía observarlos incluso desde la distancia. Y ella sonreía con ellos, algo se los decía.



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en esta casa amamos jalowin

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The phantom's home / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora