(5) Hasta que el alma resista

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Años transcurrieron desde que el abuso de Esteban comenzó.  Estos continuaron ocurriendo bajo el techo de aquella enorme casa; solo como testigo aquellas cuatro paredes que eran la habitación de Sam.  Aquellas cuatro paredes que odiaba con todo su ser, y que habían pasado a ser su cárcel.

Bárbara continuaba de maravilla, algo que hacía sentir a Sam bien.  Después de todo, el sacrificio que estaba haciendo, valía la pena.  Ella estaba envuelta con su esposo en la empresa y viajaba cada vez más; algo que destrozaba a Sam.  Pero, en el fondo, ella quería a su madre lo más lejos de Esteban posible.

Su relación con Omar continuó creciendo.  Eran novios oficialmente, pero de un beso, Sam no permitía que pasaran las cosas.  Se sentía sucia, y las imágenes de todo lo que le hacía el desgraciado de su hermanastro, le llegaban con facilidad a su mente. 

“Esta noche hay una fiesta en la casa de Julián.  Quieres ir?” le preguntaba Omar a Sam un viernes durante la hora de almuerzo.

Sam se sentía feliz de poder compartir con su novio en la escuela; más desde que Esteban se graduó y se fue a la universidad.  No tenía a alguien velando lo que ella hacía en la escuela, u hostigándola.

“Tengo que preguntarle a mamá” respondió ella mientras le daba un beso en los labios.

“De acuerdo.  Espero que puedas ir, la pasaremos de maravilla.”

“De eso no tengo duda, mi amor.”

En esos instantes, la campana sonó y ambos caminaron hacia su salón de clases.  Una vez, sentada en su silla, una preocupación comenzó a invadirla por segunda vez en ese día.  Tenía varias semanas de atraso, algo que la aterraba.  Esto había ocurrido otras veces, pero en esta ocasión ya era demasiado.

Ella estaba segura de que Esteban no era un tonto.  Tenía constancia de que este se protegía cada vez que la forzaba a estar con él; pero esas cosas podían fallar, de eso no había duda. 

Intentó borrar de su mente este pensamiento cuando Omar le sonrió desde el otro lado del salón.  La risa de este hombre le hacía olvidar todo el dolor que Esteban le provocaba en cada instante que podía.

“Estás bien?” le preguntó Omar una vez ambos salieron del salón.

“Sí…” respondió ella sin mirarlo al rostro.

“Te vi distanciada en la clase, te veías preocupada.”

“No es nada, Omar.  Solo pensando en la fiesta, en pedir permiso” intenté despistarlo con este comentario.

“Nunca has tenido ningún problema con tu mamá.  No creo que esta vez sea la excepción.”

“Tienes razón.”

Omar llevó a Sam hasta su casa.  Aun cuando apenas tenía dieciséis años, los padres de Omar confiaban en él lo suficiente para cederle un auto y permitirle sacar la licencia de conducir.  Desde ese momento, pasó a ser el chofer oficial de Sam.

“Espero tu llamada, te amo” le decía Omar mientras le robaba un beso a Sam antes de que bajara del auto.

Sam simplemente le sonrió y bajó del auto.  Se sentía llena de alegría porque era viernes, y normalmente, los viernes Esteban no llegaba a dormir a la casa.  Esto la haría feliz, poder salir con su novio y no tener que ver a su hermanastro.

Al entrar a la casa, se encontró con Consuelo.  Esta no tenía un rostro muy alegre.

“Consuelo, sucede algo?  Porqué la cara?” le preguntó Sam mientras colocaba su bolso en el suelo y sus libros sobre la mesa del comedor.

Contra Viento y MareaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora