Capítulo 3. Dos corazones unidos.

2.4K 185 97
                                    

Después del incidente de fuga de Jacaerys, su madre se había encargado de reprenderlo personalmente antes de que su abuelo también interviniera, Jace quien no tenía excusa solamente se dejó regañar sin reclamar, pensando en que quizás aquella vez fue la última que pudo estar con su lobo.

De parte de los verdes, Alicent había ido a hablar con su hijo mayor quien como siempre estaba en su habitación bebiendo a excesos del vino de la casa, con una de las sirvientas que lo acompañaba, cuando la reina ingresó hizo que la sirvienta se retirara mirando molesta a su hijo.

— ¿Qué haces aquí? Deberías de estar tratando de ganarte la confianza de Jacaerys—.

— Oh madre, pero si él no me quiere ver, al parecer el norte le agrada más, deberían enviarlo al Muro—. Respondió un Aegon tajante mientras sonreía y se bebía toda la copa de vino, pero en ese momento Alicent lo cacheteó haciendo que Aegon la mirara con resentimiento.

— ¡Piensa Aegon! Tienes que tener a ese bastardo de tu lado o te podrán quitar el trono de las manos—.

— ¡Pero yo no quiero el trono! No sé cómo gobernar —. Repuso Aegon quien también se había exaltado y puesto de pie, pero su madre sólo lo miró negando con la cabeza realmente disgustada por su actitud.

— Tú debes de ser el rey Aegon, Jacaerys no puedo gobernar, que te quede claro, ahora quiero ver que seas lo más atento con él, ya después veremos cómo nos lo quitamos de encima, pero mientras quiero que su matrimonio se vea como uno feliz—. La reina sentenció aquellas palabras dejando a Aegon en silencio cuando ella abandonó su habitación, por más que quisiera ser "lindo" con Jace, sabía que su prometido no se iba a dejar convencer tan fácilmente.

En los días que le sucedieron, Aegon trató de ir más allá de solo una conversación con su prometido, comenzó a buscarlo primero dejándole pequeños regalos en su habitación, algo pequeño como flores o alguna joya que pudiera usar, aunque Jacaerys recibía aquellos regalos no podía evitar sentir un desprecio por estos, aún así Jace era un príncipe educado que usaría las cosas que Aegon pudiera regalarle.

Pero el plan del Targaryen era que él mismo Jace se acercara a su persona, pero a pesar de los regalos no conseguía hacer aquello, fue entonces que comenzó con el plan dos, empezó a invitar a su prometido a cenas que tenía a solas en su habitación, al principio Jace se había negado pero de apoco se fue dejando convencer aunque no había contacto alguno entre ellos, solamente platicaban algunas palabras mientras comían y enseguida Jace se retiraba excusándose con cualquier cosa.

Aegon parecía perder los estribos cuando eso pasaba, por más que quería acercarse a él Jace solo lo ignoraba rotundamente, en cambio el príncipe Velaryon se sentía confundido por lo "atento" que se había vuelto su tío, aunque sabía perfectamente que aquello solo era una farsa más.

Jacaerys en estos días se encargaba de siempre estar ocupado para no tener que ver a su madre o a su prometido, pero aquello no quería decir que descuidaba de sus hermanos, sobretodo a Lucerys quien estaba enseñando a manejar mejor la espada, además de ayudarlo con sus estudios, aunque en aquellos días lo veía bastante animado y hasta distraído, quizás ya hasta había encontrado alguna persona que le gustara y por eso tenía esa mirada de enamorado, sin embargo Jace no quiso cuestionarlo con preguntas mientras las cosas no fueran por algo malo, ya de por sí tenía sus propios problemas amorosos.

El día previo a la boda, todos estaban preparando la fortaleza roja para recibir a los invitados, ya se habían enviado los cuervos avisando a todos sobre la nueva boda real así que todo debía quedar perfecto, aquel día ambas familias prohibieron que los dls novios se vieran hasta que fuera su día de la boda y aquella orden alegraba tanto a Jace porque así al menos no tenía que soportar a su tío que de seguro estaría embriagándose en estos momentos.

La sangre del dragón nos uneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora