Por la mañana Aegon había salido de la habitación de su pareja no sin antes darle un beso a Jace que seguía dormido y a su hijo por igual, Aemond lo estaba esperando desde temprano para llevarlo a su celda, consiguiendo evadir a los guardias tuvo que volver a encerrar a su hermano por mucho que deseara liberarlo.
— Ojalá te den el perdón Aegon, por lo mientras fue lo único que pude hacer por ti—. Comentó Aemond tras cerrar la cerradura de la celda, observando a su hermano quien solo le sonrió.
— Descuida, que ya me has ayudado bastante, así que gracias —. Aegon le puso una mano en el hombro a Aemond y sólo se miraron con una pequeña sonrisa, después Aemond le dejó solo saliendo de las mazmorras antes de que alguien sospechara, regresando a su habitación donde Lucerys le esperaba.
En los días posteriores el ambiente dentro de Dragonstone había sido bastante tranquilo, no habían vuelto a verse navíos enemigos, ni algún ejército partidario de los verdes, aunque Rhaenyra aún no comunicaba respuesta alguna sobre si habían ganado o no Desembarco del Rey, sus hijos pensaban que todo marchaba bien, después de todo tenían la ayuda de los Velaryon también. Mientras tanto Aegon permaneció recluido y aunque ya no lo pudieron ayudar para salir, Jace se encargaba de ir a verlo a la celda llevando consigo a su hijo para que también estuviera con él, ambos deseaban que la guerra hubiera pasado para que todo volviera a la normal o al menos como lo recordaban.
A la segunda semana comenzaban a haber sospechas de por qué no tenían respuestas de su madre, Jace estaba preocupado e intuía que algo no andaba bien, pero Lucerys era optimista ya que no se habían escuchado noticias de que algo malo hubiera sucedido. Pero Jace lejos de quedarse tranquilo, no podía evitar sentir un mal presentimiento. Aquella sensación un día se combinó con malestares que le hicieron sentir que nuevamente podría estar esperando un bebé, una mañana había despertado con bastantes náuseas e incluso llegó a devolver lo que había logrado cenar una noche antes.
Aquello no era normal, así que sin decirle a nadie se reunió con el maestre que le había ayudado con su parto anterior quien después de revisarlo de forma minuciosa, le dio la inesperada noticia que en verdad estaba esperando otro nuevo bebé, Jace ya no necesitaría la magia valyria para quedar encinta, así que era una buena noticia, aunque de nuevo debía de tener cuidado con su cuerpo nuevamente.
Tras abandonar al maestre no tardó en bajar a las mazmorras, era bastante temprano todavía, que cuando llegó con Aegon todavía lo había encontrado dormido, pero inmediatamente se despertó el rubio al escuchar pasos que se acercaron.
— Mh, ¿Jace? ¿Sucede algo? Es bastante temprano —. Cuestionó Aegon quien se incorporó de su improvisada cama todavía adormilado, mirando a su pareja quien no podía controlar la emoción.
— Vengo a decirte que fui a ver al maestre porque no me he sentido bien en estos días y hoy los síntomas se agravaron más.. —. Jace comenzaba a decir mientras Aegon lo miraba preocupado y desconcertado por no comprender del todo. El castaño había hecho una pausa antes de poder continuar. — Aegon, estoy esperando otro bebé...—.
Los ojos adormilados de Aegon se abrieron a la par e indudablemente quiso abrazar a Jace aunque no pudo por los barrotes, pero ambos se pegaron lo más que pudieron para alcanzar a besarse ambos contentos.
— Oh Jace, es un milagro.. no sabes lo feliz que me haces..—. Murmuró Aegon sobre los labios de su pareja y Jace en cambio le acarició las mejillas al rubio.
— Y tú a mi me haces feliz, Rhaegel va a tener un hermano o hermana..—. Murmuró Jace con alegría pero en ese momento había llegado uno de los guardias que buscaba al príncipe Velaryon interrumpiendo el momento y es que había llegado un cuervo de parte de Desembarco del rey.
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La sangre del dragón nos une
Fiksi PenggemarJacaerys Velaryon era tan atractivo a la edad de los dieciséis años, que el lobo que gobernaba Invervalia había sido cautivado con su sola presencia, pero un giro inesperado cambiaría el rumbo del próximo heredero al Trono de Hierro, donde sus senti...