Capítulo 6. Danza de dragones.

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El viaje a la ciudad de Elyria se prolongó más de lo que hubieran querido debido al mal clima que se manifestó una vez cruzaron el mar y se adentraban en el territorio de Essos, pero después de algunas horas fue que lograron descender en aquella ciudad, la zona era muy antigua o al menos eso pensó Jacaerys al observar las edificaciones justo como los libros de historia la relataban, realmente eran los vestigios de la Antigua Valyria. Cuando ambos dragones fue que aterrizaron, un grupo de maestres se acercaron a recibir a los llegados, por los dragones suponían que se trataban de Targaryen, así que el mayor de ellos se acercó a hablar con Aegon, quien ya había bajado de Sunfyre.

— Joven Targaryen, es un honor recibirlo en nuestra casa, la casa de sus ancestros, ¿A qué debemos tan agradable visita?—. Cuestionó el maestre observando a Aegon primero y después a Jacaerys que se había acercado, el maestre notó los rasgos del menor de los jinetes enseguida, ya que Jace no tenía ningún rasgo Targaryen posible, salvo algunas facciones finas que había heredado de su madre y el color de sus ojos.

— Hay una orden por parte del rey Viserys que debemos buscar la manera en que mi esposo pueda tener un vástago nuestro, gracias a vuestra magia Valyria que todavía conservan. Mi esposo es Targaryen también y por ende debe ser posible—. Dijo Aegon quien por primera vez hacía uso de su autoridad como príncipe de su casa. Pero el maestro le dio una mirada nuevamente a Jace y después miró al rubio.

— Mi señor, con todo respeto, su esposo no parece tener los rasgos valyrios que nos caracterizan, puede que el ritual no funcione–. El maestre no sabía como no insultar al príncipe Velaryon, algo que a Jace le molestó bastante, iba a protestar cuando Aegon se le adelantó.

— Será mejor que cuide sus palabras maestre, mi esposo y yo somos herederos al trono de hierro y ambos tenemos la sangre del dragón, será mejor que se guarde sus prejuicios y ayúdenos con esta tarea—. Aegon había dado un paso hacia en frente colocándose con un semblante atemorizante delante de aquel hombre viejo que retrocedió de solo mirarlo, Jace en cambio estaba sorprendido por la manera en que el rubio le había defendido, algo que lo hizo sonreír.

El maestre no dijo nada más y guió a los dos príncipes dentro de la ciudad principal, los otros maestres se encargaron de los dragones para llevarlos hacia unas cuevas donde pudieran estar. El primer paso que dieron los maestres a la pareja fue dejarles una habitación en las torres altas para que pudieran estar ahí en calma, les ofrecieron comida y bebidas y después de un pequeño almuerzo que ambos tuvieron, la siguiente tarea recaería en Jacaerys que tuvo que ir con aquellos maestres ya ancianos a que evaluaran su cuerpo.

Hicieron que el príncipe se recostara sobre una cama improvisada, alrededor de él estaban varios maestres que comenzaron a hablar en alto valyrio, Jace se maldijo a sí mismo por no poder entender del todo lo que decían, pero sobretodo le asustaba la manera en que con su magia estaban examinando todo su cuerpo para ver si sería capaz de soportar. Aquel examen había durado casi una hora donde a Aegon no le dejaron participar, pero estaba pendiente afuera de la sala dando vueltas sobre el pasillo, hasta que finalmente Jace salió con un semblante serio observando que Aegon estaba en medio del pasillo.

— ¿Qué ha pasado?—. Cuestionó Aegon acercándose a su sobrino, tomando una de sus manos.

— Al parecer, si podremos tener ese heredero, pero antes de hacerlo me debo de comer unas semillas y beber un té para aumentar la probabilidad de éxito—. Dijo el castaño soltando un suspiro largo, Jace todavía no podía creer que estuviera en esa ciudad a punto de tener que someterse a un embarazo del cual no estaba del todo de acuerdo.

— No pareces muy satisfecho con lo que te comentaron—. Comentó el rubio observando las facciones de Jace que hizo una mueca.

— Tengo miedo, Aegon, no creo que esto funcione, además no es algo que yo pedí..—. Jace soltó las manos de su tío caminando hacia uno de los balcones del castillo en donde estaban alojados, al salir pudo sentir la brisa del exterior que le revolvió los cabellos y tras acercarse a la muralla de los balcones fue que se recargó observando la vista.

La sangre del dragón nos uneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora