⁛ Capítulo • XIII ⁘ Estruendo ⁛

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Después de salir de la habitación en la que Saint se había despertado, Willy McIntosh lo llevó a una especie de dormitorio. Realmente, la palabra "dormitorio" parecía generosa para describirlo, porque parecía ser una mezcla horrible entre una cámara de tortura y el harén de un sultán. Las paredes mostraban una colección de varios látigos y cadenas, mientras que la cama lucía sábanas de seda de color rojo oscuro que de alguna manera hacían que todo el escenario pareciera más amenazador.

Saint no sabía si esa era la intención deseada o una consecuencia de la crueldad natural de este hombre, pero ninguna de las dos opciones prometía mucho para su futuro bienestar.

McIntosh botó a Saint sobre la cama y, para gran sorpresa del menor, le desató las manos. Eso no lo animó particularmente, porque solo significaba que su captor lo creía tan incapaz de escapar que las ataduras eran superfluas.

"Está bien, SAInt", dijo McIntosh. "Quítate la ropa. Ahora."

Por unos momentos, Saint solo lo miró fijamente. McIntosh cruzó los brazos sobre el pecho y arqueó una ceja oscura. "Bueno, ¿vas a hacer lo que te digo o tengo que traer a tu novio aquí?"

Saint hizo una mueca. Él quería ver a Zee con todo su ser, pero no así, no cuando McIntosh usaría su cercanía y sus sentimientos en contra de ellos mismos. "N-No, no tienes que hacerlo", tartamudeó.

Alcanzó torpemente los botones de su camisa, sus manos temblaban mientras luchaba por desprenderlos de los ojales. Los discos poco cooperativos se rehusaban a pasar a través de los agujeros y McIntosh gruñó de frustración. "Olvídate de la puta camisa. Solo quítate los pantalones."

Saint obedeció, aunque claro que no fue tan rápido como parecía querer McIntosh. Bajó la cremallera y luchó por moverse fuera de los jeans. Se dio cuenta de que estaba abordando las cosas mal cuando se quedó atascado en las ataduras que aún mantenían sus piernas atrapadas y, por supuesto, en sus zapatos.

Con una mueca de desdén, McIntosh rompió las ataduras y empujó bruscamente los pantalones de Saint hasta el final de sus piernas. Los zapatos hicieron que todo fuera más incómodo, pero el hombre no parecía inclinado a la paciencia, él terminó rasgando el material y tirando los restos de la prenda al suelo. Los zapatos de Saint pronto siguieron, y si él hubiera sido capaz de ser sarcástico en esos momentos, Saint podría haber preguntado por qué demonios McIntosh no había hecho eso para empezar.

Lamentablemente, había poco espacio para el sarcasmo en su corazón o en su mente. Yacía en una cama con sábanas obscenamente suaves, semidesnudo frente al mismo hombre que lo había atacado hace unas semanas atrás. La camisa proporcionó muy poca modestia, y su ropa interior no sobrevivió al entusiasmo de McIntosh por mucho más tiempo.

Su secuestrador se burló cuando vio el pene flácido de Saint. "No me digas que no estás muy entusiasmado con esto. Vamos SAint. Pensé que ustedes, los tipos homosexuales, abrían ansiosamente las piernas para cualquiera que quisiera follarles el culo".

Saint odiaba la forma en que McIntosh decía su nombre, en una burla a la forma en que Zee solía pronunciarlo. Se preguntó si es que McIntosh los habría espiado cuando Zee y él no habían estado prestando atención. No es que eso ya importara más. Saint haría todo lo necesario para que Zee se mantuviera a salvo, incluso si eso significaba aceptar el toque repulsivo de McIntosh.

McIntosh agarró a Saint de un brazo y lo obligó a quedar en cuatro sobre sus rodillas y manos, él quedando de pie frente al menor y luego acercando la boca del menor sobre su entrepierna. "Vamos, bájame el cierre y chúpamelo", lo guió McIntosh. "Recuerda que es en tu propio beneficio hacerlo agradable y húmedo. Y ten cuidado con los dientes, si intentas morderme, le arrancaré el jodido miembro a tu novio, muy lentamente."

Conflicto de Interés || ZaintSeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora