Capítulo 11 - Seungcheol

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En el fondo, sabía que soy un hombre impaciente. Cuando las navidades llegaban, de pequeño solía entregar mis regalos con antelación y me desesperaba por saber que llegaría para mí. Sin embargo, con el paso del tiempo, había aprendido a controlarlo, a tranquilizarme cuando las personas necesitaban más tiempo o se planteaba una fecha concreta. La noche anterior, Jeonghan me había besado en la puerta de su habitación y me había prometido que hablaríamos al día siguiente cuando estuviésemos despejados. Habíamos regresado alrededor de las dos de la madrugada y había vuelto a abrir los ojos a las seis como si mi cuerpo no supiese lo que es el descanso. Desde entonces, había estado esperando a que fuese una hora prudente, a que los demás descansases lo suficiente antes de salir pidiendo la conversación que ansiaba. Tenía los recursos suficientes para administrar mi nerviosismo, para aparentar ser un chico modelo, pero... ¿No estaba Chan ayudándome a ser yo mismo? ¡A la mierda la paciencia!

Aún con el pijama y el pelo revuelto después de haber dormido, salí de mi habitación con cuidado. Que necesitase respuestas y la promesa de un buen futuro de experiencias no significaba que los demás tuviesen que sufrir por mi culpa. Por eso caminé de puntillas hasta el cuarto que Jeonghan me había indicado como suyo y toqué levemente la puerta. Cuando no recibí respuesta, me mordí el labio. ¿Se molestaría mucho si entraba sin avisar? ¿Qué ocurriría si me atrevía a tumbarme con él en la cama? Suspiré y comencé a retirarme, pero ¿No había leído en mis libros escenas similares a aquella que siempre acaba de una forma divertida y con final feliz? ¡A la mierda la paciencia! Iba a entrar.

Tomando la decisión, giré el pomo de la puerta y me adentré en el cuarto en penumbra. Sonreí al ver a Atenas dormido sobre un pequeño sofá que parecía dedicado a la lectura. Se encontraba boca arriba, con las patas colocadas sobre él como si se tratase de una persona y la lengua fuera. Estaba tan adorable que deseé pararme a sacarle una foto. Sin embargo, tenía una misión más importante. Giré sobre mis pies y allí estaba él, Jeonghan, en todo su esplendor dormido con la cabeza apoyada en la almohada y los brazos y piernas abrazados a otra. Sonreía en sueños, la imagen perfecta de un ángel. Dormía con un pijama de seda elegante que parecía abrazarse a su cuerpo de la misma forma que lo hacía la lencería que él se compraba.

— Jeonghan... —Le llamé con cuidado mientras me acercaba a los pies de la cama—. Jeonghaaan —Como vi que no respondía, me subí en la cama y gateé hacia él—. Jeonghaaan —Volví a llamarle con mi voz más inocente y toqué su bíceps con la punta del dedo—. Jeonghaaan.

El ángel se giró despacio y sin que pudiese remediarlo me atrapó con sus brazos como si fuese una almohada a la que abrazarse. Sus labios besando mi cuello con suavidad y yo no pude evitar dejar escapar un suspiro de satisfacción. Podría acostumbrarme a dormir así. ¿Cuánto tiempo hacía que no me acurrucaba con alguien? A mi ex no le gustaba que nos acercásemos tanto para dormir, aunque no solíamos hacerlo mucho. Ella trabajaba horas intempestivas y las mías no eran mucho mejor. Nuestros encuentros solían ser pactados, un punto más en nuestras agendas ya abarrotadas.

— No creas, precioso, que esto no tendrá consecuencias —Me susurró Jeonghan provocándome un escalofrío—. Tengo el sueño ligero —Me mordió con suavidad el lóbulo de la oreja y casi le supliqué que continuase—. Ahora, pequeño, sé un buen chico y duerme.

Estuve a punto de protestar, pero mis palabras me fallaron cuando empezó a acariciarme con suavidad el torso. Una de las cosas más efectivas para que me quedase dormido y supe que Joshua había hablado con él, porque solo lo podía saber su hermano. Poco a poco fui cerrando los ojos hasta que mi respiración se acompasó a la de Jeonghan y la habitación dio paso al mundo de los sueños.

——

Suspiré al sentir suaves besos en el cuello. Unos brazos fuertes, pero delgados me abrazaban y me atraían contra un torso duro. Abrí los ojos de golpe ¡Jeonghan! Había entrado en la habitación siguiendo un impulso. Recordé lo que le había dicho el ranchero y me ruboricé: «No creas, precioso, que esto no tendrá consecuencias». ¿De verdad había sido capaz de hacerlo? ¿Cómo iba a girarme ahora para mirarle? Y más importante aún ¿Cuáles serían las consecuencias?

Los hombres de El valle 1 - El abogado y el ranchero (Jeongcheol) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora