Capítulo 4 - Jeonghan

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            Los papeles se amontonaban en mi mesa sin saber por dónde empezar. Podía pasarme horas cuidando de los animales. Me encantaba llevar a pastar a las ovejas, darles de comer a los burros e incluso ser perseguido por nuestros usualmente furiosos cerdos. Adoraba poder trabajar con las personas, observar dónde estaba el problema y crear el mejor plan que los condujese a una buena recuperación. Tenía paciencia para trabajar durante días y para tratamientos que duraban años. Sin embargo, la contabilidad era mi tortura. Tener que repasar los números, controlar las cantidades que compramos y la cantidad de suministros médicos necesarios. Para colmo, tenía que llamar a uno de nuestros proveedores que había olvidado convenientemente traer el nuevo equipo que Jun necesitaba para uno de los pacientes que llegaría en dos semanas.

Miré de nuevo los papeles, después al ordenador en el que debería estar pasando todos los datos y vuelta a empezar. Suspiré tras pasarme la mano por el pelo con frustración ¿Por qué no era capaz de rendir cuando me tocaba realizar el trabajo de oficina? Debía admitir ya que no era invencible y que necesitaba ayuda. Mis ojos se posaron en la foto de mi escritorio, la más reciente que nos habíamos hecho la familia y pensé en qué estaría haciendo Woozi. ¿Estaría cumpliendo con su horario? Su paz mental radicaba en la rutina. Trabajaba por las mañanas y tras una breve siesta después de la comida se ponía a estudiar. ¿Necesitaría ayuda con alguno de los temas? Quizás era buena idea comprobar que estuviese bien. Pese a que me sentía sobreprotector con todos los miembros de mi equipo, Woozi se había ganado un rincón especial en mi corazón. Era el hermano pequeño que nunca tuve.

El reloj marcaba las cuatro y medía por lo que decidí que iría a buscarle. Me aseguraría de que todo estuviese bien con Woozi y que a Seungcheol no le faltase de nada mientras disfrutaba de la tarde libre que se había ganado. Después volvería, me sentaría en el ordenador y acabaría con las malditas cuentas y los proveedores a tiempo de mi penúltima sesión con Marcos. Me producía melancolía pensar que en una semana y media tendríamos que despedirnos de él, pero era ley de vida en el rancho. Las personas venían, tomaban un buen rumbo hacia su recuperación y se marchaban al lugar al que pertenecían. Al final de su estancia debíamos quedarnos con que habíamos hecho el trabajo correcto y desear que, si volvían, lo hiciesen para saludarnos. Uno de los mayores dolores que podíamos sentir era cuando uno de nuestros inquilinos debía regresar pidiendo ayuda o se situaba en el archivo de los perdidos, aquel que revisábamos para comprender en qué habíamos podido fallar o que podríamos haber hecho de otra forma. Era nuestro aprendizaje.

Seungkwan se encontraba regando las plantas que había insistido en comprar para darle un toque más hogareño a la casa. Al verme su sonrisa se volvió más amplia y señaló hacia la escalera. Era tan previsible como la cartelera de Telecinco en época de reality. Había aprendido a leer nuestras necesidades sin que tuviésemos que hablar, una faceta que compaginaba a la perfección con su amor constante por ayudarnos. No permitía que nos faltase de nada y yo sabía que parte de ello radicaba en sus deseos reprimidos ¿Algún día serían capaces de abrirse y explorar el mundo que tanto placer les había traído a Chan, Julia y a él? Seguía posponiendo la charla sin saber cómo introducirles en mi mundo de cuero, contratos y fetiches, pero sabía que debía hacerlo si quería que fuesen por fin ellos mismos sin avergonzarse. Sin embargo, con Seungcheol allí tendría que seguir retrasándolo un poco más. No iba a espantarle tan rápido.

— Seguiré en seguida —Le aseguré, aunque no engañaba a nadie. Debía convertir en una prioridad encontrar a alguien para el puesto. Mi cabeza viajó hacia cierto hombre que ya había sido capaz de ayudarme con aquello hacía mucho tiempo. Sin embargo, ahora tenía una vida aparte y, aunque me apreciaba y seguíamos hablando todos los días, se había ido distanciando poco a poco.

— Claro que sí, cielo.

La risa de Seungkwan me acompañó todo el tramo de escaleras hasta alcanzar la segunda planta donde Chan observaba la habitación de Woozi con una sonrisa cálida. Aportó la mirada para verme y me hizo un gesto con la mano para que permaneciese en silencio. Con curiosidad me acerqué y me quedé maravillado. Woozi se había quedado dormido con su pijama favorito mientras veía Mulán y abrazaba a su peluche. Nada de aquello era novedad salvo por el regazo sobre el que apoyaba la cabeza. Seungcheol dormía con la cabeza apoyada en la pared y su mano sobre la cabeza de su amigo como si hubiese estado acariciándole unos momentos atrás. Aquello me fascinaba por varias razones. En primer lugar, el aspirante a veterinario no solía llevar bien la socialización con extraños y menos hasta el punto de confiar un secreto que solo había podido hablar conmigo. Luego estaba el hecho de que Seungcheol había sido capaz de aceptar a Woozi con lo que otros considerarían sus rarezas y le estaba ayudando a estar en paz sin darse cuenta. Sin embargo, esa realización suponía algo que no quería reconocer y que pasaba en mi orgullo.

Los hombres de El valle 1 - El abogado y el ranchero (Jeongcheol) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora