Antes de partir, nuestras risas salpicaron el lugar, como si llenáramos aquellos espacios vacíos que nadie antes pudo tocar. Los vientos y las luces quebraron los márgenes, convirtiendo aquella noche en algo que no podríamos olvidar.
Fue así como termine en la parte trasera del auto, donde tu oleaje, tan constante y pausado, acariciaba mi piel. Y por primera vez en mi vida, me dejo llevar; reposo mi cabeza en tu hombro, me rodeas y decides ser tu quien me cuide entre efímeros sueños.
La oscuridad fue un testigo discreto, porque nadie podrá saber tan bien como yo, la manera en la que mi cabello estuvo entre tus dedos. Aquella magia misteriosa que te rodeaba me hacía temblar, tanto que no podía pensar. Por qué existe la simple y mundana idea de abrir los ojos y que todo fuera mentira.
Y tal vez sabias que solo bastaba un toque, tan incandescente como hechizante, para que mi cuerpo te reconociera y despertara; como si mi sensibilidad desde siempre hubiera encajado con tu alma congelada. Y debajo de aquellas mangas, guardabas todas tus jugadas.
No existen demasiadas pruebas, tan solo sé que la luz delicada que atravesó el cristal esparció estrellas por tu rostro, y fue en ese momento, que vi la magia en ti.
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Hasta que el verano se acabe ©
Kısa Hikaye«HASTA QUE EL VERANO SE ACABE» es una recopilación de escritos y reflexiones que he ido archivando desde que tengo memoria. Son todas aquellas tormentas y retorcidas noches de las que se disfrazan las letras y de las que pocas veces se habla. Las...