En aquel restaurante bar, ya no quise vendarme los ojos; quería dejarlos arder a tal punto que tu fuego me llenara por dentro, porque así era el sentirte tan cerca. Todo burbujeaba y tu olor se impregnaba en mí, como si no quisiéramos dejarnos ir.
La existente fuerza magnética siempre atrae de cabeza... o tal vez solo fueron aquellos tragos los que me impulsaron a decirte: "Deberíamos conocernos más". Y el tiempo, sin prisa, se detuvo por primera vez, trastornando mi mente con tu sonrisa inocente.
Y siempre podremos decir que aquellos tragos fueron los culpables de todo; de los audífonos entre nosotros y el dulce solo de batería creciendo cada vez más fuerte. Tu brazo sobre mi pierna y las estrellas que dibujé sobre tu muñeca fueron de los pocos instantes donde conocí las puertas del cielo.
Y no era ninguna novedad, pero me gusto saber en el fondo que no solo fue la luz que atravesó la ventana la que nos puso ahí, donde por una noche, sería nuestro hogar. Y fue así, que ya no necesité de más tiempo, simplemente lo descifré; eras todo un Hechicero.
Donde, a fin de cuentas, me hace permanecer despierta, recordando los pisos que caminamos y los miedos que enfrentamos. Desvaneciendo mi armadura y dirigiendo aquello que tanto me había esforzado por burlar; terminaste con mi nota secreta entre tus manos y yo, tan cerca de aquel balcón, dando vueltas, sonrojada y dichosa.
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Hasta que el verano se acabe ©
Storie brevi«HASTA QUE EL VERANO SE ACABE» es una recopilación de escritos y reflexiones que he ido archivando desde que tengo memoria. Son todas aquellas tormentas y retorcidas noches de las que se disfrazan las letras y de las que pocas veces se habla. Las...