𝐜𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐢𝐢𝐢

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𝔔𝔲𝔦𝔢𝔫 𝔰𝔢 𝔞𝔱𝔯𝔢𝔳𝔢 𝔤𝔞𝔫𝔞. 

30 10 2022

Suboficial H. Stevens - TF-141

Base de las Fuerzas Especiales SAS, Inglaterra, Reino Unido

0732 hrs (UTC+0)

—¿Estás dentro?

—Sí. El puto bastardo puede ser persuasivo cuando quiere.

—¡Te oí, Stevens!

—Orejas de marrana —Murmuró sobre su aliento pateando una pequeña piedra gris—. ¡Esa era la idea!

John jamás creyó que sería tan fácil; solo necesitó un abrazo y Harper ya había accedido muy apenas.

Tras una plática larga, algunos insultos no tan respetuosos y una buena taza de café, Harper estaba lista para seguir con su día como de costumbre. Price la había convencido y le dio un breve informe de sus compañeros, tomando nota que tanto el Capitán como "Ghost", el Teniente, la superaban en rango. 

—Necesito que me ayudes con esto, renacuaja, ¿sí?

Esas habían sido las palabras del castaño, y por mucho que Harper notara el tono firme de Price, supo leer su expresión suave. Una expresión que le hundió el corazón y la apuñaló con el pensamiento constante de estar siendo egoísta.

El viejo John era un maldito manipulador, pero aun así lo estimaba mucho como para decirle que no. 

Poniendo en la otra parte de la balanza su trabajo, ese era su deber y sus opciones se limitaban a obedecer sin importarle cuán difícil o mortal resultara la tarea, ya descansaría cuando muriera.

Quien se atreve gana, ese era el lema de su unidad y le daría honor.

El sol había salido, los pajarillos cantaban a la distancia escondiéndose entre los árboles que rodeaban el establecimiento. La suave lluvia se había detenido tras el desayuno de los operadores del SAS, eran extraños los días con sol. 

Tal vez sería un buen día.

La 141 se encontraba caminando siguiendo a su líder, habían pasado el edificio uno y se dirigían detrás de este.

—Lo conoces bien, ¿no?

La pelirroja miró a un lado al apuesto joven que la acompañaba rompiendo el silencio.

—Para su mala suerte —Se limitó a decir arremangando las mangas de su sudadera.

—¿Por qué dices eso?

Ella se encogió de hombros sin querer elaborar en su respuesta.

—Ya verás, Sargento.

Aquello le picó la curiosidad al joven.

Una exhalación profunda del pecho del Capitán llamó la atención de los soldados, se había detenido sobre la tierra con sus manos tras su espalda. Con sus poderosos metro ochenta y ocho hubiera sido difícil no haberlo notado.

—Gaz, Stevens, muévanse. No tenemos todo el día.

Harper apretó sus labios compartiendo una mirada con el moreno, a lo que él solo arrugó su frente.

—¿Para qué, Price? —Interrumpió Soap desde atrás, asomándose por el hombro de Ghost. 

El hombre barbón se giró con un aire misterioso rondando su pequeña sonrisa de lado, con su mano señaló hacia el horizonte, donde un curso de asalto se alzaba frente a ellos.

𝐄𝐬𝐩𝐞𝐜𝐭𝐫𝐨 | simon rileyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora