𝐜𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐱𝐱𝐱𝐢𝐢𝐢

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𝔔𝔲𝔦𝔢𝔫 𝔰𝔢 𝔞𝔱𝔯𝔢𝔳𝔢, 𝔤𝔞𝔫𝔞.

10 01 2023

Harper M. Stevens Galaz- Agente, SAS

Hereford, Inglaterra, Reino Unido

1921 hrs (UTC +2)

La gente entraba y salía del bar, las luces estaban bajas con pequeños letreros fluorescentes brillando de las paredes. El olor a alcohol mezclado con nicotina creaba una atmósfera pesada un tanto cálida. Había todo tipo de sonidos; pláticas entremezcladas con más voces, ruido de fondo de un televisor encendido y música rock por los altavoces.

El lugar perfecto para celebrar una victoria.

Harper se inclinó a la barra, sonriendo mientras tomaba el tarro de cerveza con una mano y dejaba la tarjeta de Price con la otra.

—¿Cuenta abierta? —Preguntó la morena, a lo que la soldado le asintió con una sonrisa.

—Si es tan amable, por favor. Hoy no pago yo.

Price se quejó a su lado, lo que le sacó una risa sofocada a la mesera mientras se alejaba viendo de reojo al par. El Capitán acercó por los hombros a la pelirroja en un gesto que pretendía molestarla, ambos se giraron recargándose en la barra viendo a sus compañeros.

—¡Por la mujer de la hora! —Habló Gaz levantando su bebida al aire, con una sonrisa grande —¡Espectro!

Como una manada de salvajes los tres británicos alzaron el alcohol y brindaron en nombre de la chica, que se limitó a reír por lo bajo, tomando un sorbo de su tarro.

La noche solo estaba comenzando, la misión había sido todo un éxito con mínimas complicaciones fuera de su alcance. Algunos raspones y golpes, pero todos estaban bien. 

Para Harper había sido un logro personal, había liderado la operación ella sola.

La soldado Stevens había demostrado su valor una vez más, incluso el equipo de apoyo la felicitó y estrecharon manos antes de partir. ¿Qué más podía pedir? Todos estaban sanos y salvos, con el objetivo cumplido.

A pesar de ello, la joven tenía una presión ligera en el pecho.

No había podido dormir después de la misión, había salido temprano a correr y cuando regresó seguía igual. Sabía que no era cuestión de gastar energía, sentía algo que no quería irse, pero no sabía qué era.

Llegó a la conclusión que una salida le haría bien. Una noche donde no sería agente, Suboficial o soldado, solo sería Harper.

Los minutos pasaron entre pláticas y bebidas, incluso algunas apuestas y retos de billar.

La rubia fresa se dedicaba a mirar la partida siendo desarrollada cuando un sujeto se le acercó pidiendo espacio para pasar a la barra. Ella se hizo a un lado disculpándose y antes de que se moviera el mismo tipo le habló.

—Por cierto, mi amigo dice que deberías hablar con él —Comentó señalando atrás, antes de inclinarse a la barra llamando la atención de un bartender —. Una cerveza.

Los ojos felinos de la mexicana-inglesa volaron dubitativos en dirección a la que había señalado.

Era un grupo de tipos con chaquetas y chalecos de cuero junto a bandanas colgando de los bolsillos traseros de sus vaqueros. 

Motociclistas.

El que le había señalado era un hombre que parecía rondar su estatura, de cabellos cortos y piel oscura enfundada en un chaleco de cuero. No le quitaba el ojo de encima, ni siquiera cuando se miraron un par de segundos.

𝐄𝐬𝐩𝐞𝐜𝐭𝐫𝐨 | simon rileyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora