Capítulo 11: Que te jodan Zeus

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—No puedo creer que sea hoy.

Estabas acostado en tu cama, con un Kai un poco más grande durmiendo a un lado de tu cabeza. Una criada había informado hacía unos 30 minutos atrás que debías estar lista en más o menos una hora.

Por lo que habías pasado los últimos treinta minutos odiando todas las decisiones que habías tomado en la vida y preguntándote como diablos había llegado hasta allí. Y ahora solo tenías media hora para vestirte y verte decente, ¡hurra!

Gemoste mientras te quitabas las mantas de encima, gruñendo una serie de maldiciones, sacando tus piernas de la cabeza, caminando hacia el armario. No te ibas a poner guapa, ese era el trabajo de los maquilladores.

Todo lo que tenías que hacer era sentarte y ser una muñeca hasta que tuvieras que encontrarte físicamente con Zeus en medio de una arena llena de dioses y humanos... no era la gran cosa.

Terminaste de vestirte, mirando al ave, la cual dormía profundamente en tu cama. No ibas a despertarlo. Merecía dormir un poco más después de haber muerto y resucitado el día anterior.

Un golpe resonó a través de la habitación, mientras que un vacío se formaba en tu estómago. Abriste la puerta con el corazón golpeando con fuerza contra tus costillas, esperando que no fuera quien pensabas que era.

—Buenos días, señorita [Apellido]— sonrió la sirvienta. La misma mujer mayor que te había obligado a servirle el postre a los dioses.

—Buenos días— murmuraste, frotándote los ojos para quitarte el sueño de encima.

—¡Vamos a prepararte para el gran día!— ella parecía demasiado entusiasmada tan temprano en la mañana.

—Uhm, tengo que pedirte un favor— dijiste de repente, llamando su atención.

—Cualquier cosa querida— dijo mientras daba un pequeño salto en su lugar, guiándote hacia la habitación en la que habías estado el día anterior.

—Antes de ir a la arena, me gustaría que alguien despertara a Kai y lo llevara conmigo. Él significa mucho para mí, así que necesito que entre conmigo— explicaste.

—Por supuesto. Lo llevaré yo misma.

Poco sabía ella que Kai odiaba a las personas que no conocía. Trataste de mantener tu sonrisa fuera de su vista mientras te acercabas a la puerta adecuada. Esta se abrió de golpe, revelando a Clotho flotando angustiada, volviendo su cabeza rápidamente en tu dirección con un brillo en sus ojos, observándote entrar.

—¿¡Dónde has estado!?— gritó, sus ojos brillando con un llamativo color rojo—. He estado esperándote, sin mencionar que tenemos una agenda ocupada.

—La última vez que comprobé que no llegábamos tarde— le dijiste, levantando una ceja—. ¿Llegamos tarde?— le susurraste a la sirvienta a tu lado.

—No creo que lo estemos señorita— le dijo, mirando un reloj de bolsillo.

—¡No me importa si llegaste quince minutos antes! Sigue siendo tarde— dijo, agitando su mano en el aire.

Entraron a la habitación tres ninfas, una sosteniendo un kit de maquillaje, otra con diferentes brochas, y por último, un mayordomo con tu vestido entre sus manos.

—Esta es tu maquilladora, Lilia, y esta de aquí tu estilista, Lucian— las presentó Clotho. Se inclinaron, levantándose e inmediatamente comenzaron a prepararte.

—¿No se supone que hay más?— preguntaste. En todas las películas que habías visto, siempre había más de una maquilladora involucrada, por lo menos tres personas.

Orphic Ὀρφικά [SNV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora