Cuando despertó Laura se sentía completamente reconfortada. Un fuerte olor a azahar inundaba la habitación, ahora poco iluminada. Miró a su alrededor sin levantarse de la cama, Elyan estaba a pocos metros de ella, sentado en un robusto butacón, y leía un voluminoso libro de tapas doradas. Alzó la vista y le sonrió con ternura.
-¿Has descansado bien?
Laura se levantó despacio de la cama, intentando poner en orden todo lo que estaba sucediendo, y asintió ligeramente mientras se acercaba a un gran ventanuco que había a su derecha.
-¿Por qué no se hace de noche?- preguntó sin dejar de mirar al exterior.
Elyan soltó una leve carcajada y se situó junto a ella.
-Magia. Siempre es de día aunque en la superficie del lago sea noche cerrada. Lo mismo ocurre con el hecho de que la vida aquí abajo sea igual que arriba ¿no te habías fijado? Estas caminando y respirando bajo el agua.
Aquella respuesta la hizo sentir nerviosa de nuevo. La tranquilidad con la que Elyan hablaba de aquello le seguía impactando. Laura había asimilado hacía poco que existiera otro mundo, otras razas, pero aún no llevaba muy bien eso de creer en la magia. Elyan se alejó despacio hasta la puerta y la abrió haciéndole un gesto para que le siguiera.
-Han venido hace poco. Nos esperan en el comedor.
Laura se acercó hasta él y ambos salieron de la habitación. Aquel inmenso palacio estaba sumido en el mayor de los silencios, y seguía reinando un fuerte olor a azahar por todas partes. La iluminación volvía a ser tan clara como en el exterior.
-¿Sabes a dónde...?
-Bajar y esperar. Es lo único que me han dicho.
Laura se encogió de hombros, y se pusieron en camino. Siguieron el pasillo por el cual los habían llevado hasta la habitación, y llegaron de nuevo a las grandes escaleras de marfil. La belleza de aquel lugar volvió a parecerle sobrecogedora. Caminaban en silencio, observando con interés cada detalle que encontraban a su paso. Bajaron despacio. A los pies de las escaleras había una docena de mujeres, todas vestidas de blanco, con los pelos recogidos en largas trenzas. Se disponían en dos filas paralelas que marcaban un pasillo hasta una puerta lateral de marcos dorados. La mujer más cercana a la escalera los sonrió al verles aparecer. Era la primera y la única mujer anciana que vieron en aquel lugar.
En cuanto llegaron junto a ella los tomó de la mano sin dejar de mirarlos a los ojos. Les dio un beso a cada uno y a continuación les pidió que la acompañaran hasta la habitación contigua. Otra docena de mujeres los recibió, dejando de servir la enorme mesa que se extendía en el centro de la sala. Por un momento todas las miradas se posaron en ellos, las puertas se cerraron, se inclinaron en una acompasada reverencia y continuaron con sus labores.
-Mi nombre es Ianthe. Madre llegará enseguida. Por favor acomodaros.
La anciana se colocó a su espalda dando algunas indicaciones a las mujeres que había en la sala. Laura podía sentir sus ojos fijos en ellos y fue entonces cuando lo oyó por primera vez.
"¡Aléjate de ellas! No puedes confiar en lo que te están diciendo."
Laura se giró sobresaltada tratando de localizar de dónde venía aquella voz masculina, pero no vio nada más que los rostros serenos de aquellas muchachas. Sacudió la cabeza tratando de recomponerse. Aquellos días estaban siendo muy intensos y seguramente su subconsciente comenzaba a jugarle malas pasadas.
"¡Corre! Márchate ahora que puedes. ¡Rápido!" aquella voz sonó de nuevo en su cabeza, esta vez aún con más contundencia.
-¿Oyes esa voz?- susurró acercándose disimuladamente al oído de Elyan para que sólo él la escuchara.
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Aetheria. Las Hijas de los Dioses - Libro 4
FantasyLaura es una joven de 18 años con una vida normal pero eso cambiará para siempre este verano. Un viaje inesperado, un mundo lleno de criaturas que sólo existían en su imaginación y un pasado por descubrir, marcarán para siempre su futuro.
