Laura es una joven de 18 años con una vida normal pero eso cambiará para siempre este verano. Un viaje inesperado, un mundo lleno de criaturas que sólo existían en su imaginación y un pasado por descubrir, marcarán para siempre su futuro.
Las aguas del reino de las sirenas temblaron cuando la princesa oscura, irrumpió en Lumoria surgiendo de la oscuridad del abismo. Su presencia era como una mancha en la belleza del mundo submarino, su magia negra envolviendo todo lo que encontraba a su paso en sombras retorcidas. A su alrededor, los peces huyeron, y el coral parecía marchitarse. Su ira era palpable, una tormenta oscura que se cernía sobre el reino.
En el palacio, Ianthe la esperaba con una mezcla de miedo y desafío. Había traicionado su reino por promesas de poder, a su propia hermana, su sangre, pero sabía que nada de eso importaba para la oscura hechicera y su señor. Su fracaso en retener a Laura sería castigado.
-¿Cómo has podido fallarme, Ianthe?- gruñó Lyriana, su voz como un trueno bajo el agua.- Prometiste que la chica sería mía.
Ianthe se arrodilló, su cola de sirena resplandeciente incluso en la oscuridad.
-Perdóname, mi señora. Mi hermana se adelantó a mis intenciones y la ayudó a escapar. Pero te serviré de otras maneras. Te lo suplico.
Lyriana se movió con una gracia peligrosa, su magia creando corrientes que agitaban el agua.
-Tu incompetencia ha costado tiempo valioso.- dijo con desdén.- Pero tal vez aún puedas ser útil.
De repente, Lyriana extendió su mano, y de sus dedos brotaron hilos de magia oscura, enredándose alrededor de Ianthe. La sirena gritó, su cuerpo convulsionando mientras la magia de Lyriana la invadía, buscando convertirla en un mero títere.
En ese momento, las guardias del palacio, entraron en la sala encabezadas por Aewyna quien al ver a su hermana en peligro, soltó un grito desgarrador. Las guardinas luchaban valientemente contra la princesa oscura, pero sus tridentes y hechizos apenas rozaban la oscura barrera que rodeaba a Lyriana.
Con un movimiento de su mano, la princesa oscura las repelió, enviándolas a chocar contra las paredes del palacio.
-Inútiles criaturas.- escupió con desprecio.- Vuestra reina pagará por su desafío.
Pero antes de que pudiera hacer más daño, una luz brillante inundó la sala cegándola por un instante, lo suficiente para que su hechizo perdiera intensidad dejando libre a Ianthe. La luz emanaba de la Reina de las Sirenas, que desataba toda su energía generando un torbellino de luz y agua que luchaba contra la oscuridad de Lyriana.
La princesa oscura rugió, reaccionando y se enfrentó a la reina en un duelo de magias antiguas. Las fuerzas de luz y oscuridad colisionaron, creando ondas que sacudieron el palacio. El enfrentamiento era como una tormenta desbocada, lleno de poder y furia. Pero la princesa oscura era mucho más poderosa que la reina de las sirenas y su magia mortal la enredó entre las sombras asfixiando su cuerpo que se resistía agonizante. En el corazón de la batalla, Ianthe, tomó una decisión. Con un último esfuerzo, se abalanzó sobre Lyriana, interrumpiendo su concentración.
Las últimas guardias que quedaban en pie aprovecharon este acto de sacrificio para sacar a su reina de allí, con la vida pendiendo de un hilo.
-Gracias.- susurró la reina, mirando a su hermana Ianthe y perdonando su traición en su acto final de redención.
La reina desapareció en un haz de luz junto a sus guardianas mientras Lyriana, furiosa, arrebataba la vida de Ianthe apagando su brillo para siempre.
En el palacio sumergido de Lumoria, la situación era de desesperación y caos. Mientras la Reina de las Sirenas era evacuada rápidamente por sus leales guardias, Lyriana se quedó sola en la sala del trono, rodeada de la destrucción que había causado. Su rostro reflejaba un triunfo amargo mientras contemplaba el cuerpo sin vida de Ianthe, su ira y su sed de poder habían consumido todo a su alrededor.
Fuera del palacio, las aguas de Lumoria estaban agitadas por la batalla recién librada. La princesa oscura se elevó en el agua, su figura oscura recortándose contra la luz que filtraba desde la superficie. Con una sonrisa cruel, se preparó para regresar a la superficie, su mente ya maquinando el próximo paso en su implacable búsqueda de poder.
Mientras tanto, en el reino de las sirenas, el temor y la incertidumbre se habían apoderado de sus habitantes. La Reina, gravemente herida, era llevada a un lugar seguro, su luz debilitada pero aún brillando con una determinación inquebrantable. Las sirenas se reunían en grupos, murmurando sobre lo ocurrido y el destino incierto que ahora enfrentaban.
-¿Qué haremos ahora?- preguntaba una joven sirena, su voz temblorosa por el miedo.
-Nos reagruparemos y fortaleceremos nuestras defensas.- respondió una de las guardias más veteranas.- No podemos permitir que las sombras de la princesa oscura se extiendan por nuestro reino.
-¿Cómo ha podido Ianthe traicionarnos así?- preguntó otra de las guardias, su voz llena de ansiedad.
Aerwyna, trató de enderezarse para hablar pero el uso de su magia la había dejado tan debilitada que su voz sonó apenas como un susurro.
-Namalum y su hechicera no se detendrán ante nada para conseguir lo que quieren. Hijas mías debemos estar preparadas para enfrentar la oscuridad pues la guerra no ha hecho más que comenzar. Y esta vez el mundo entero tendrá que elegir en qué bando quiere pelear.
El grupo se quedó en silencio. Las guardias iban y venían trasladando hermanas heridas y otras que habían perdido la vida. Cada una perdida en sus pensamientos sobre el futuro y los desafíos que les esperaban. La batalla en Lumoria había sido solo un ejemplo del poder y la crueldad de la princesa oscura. Ahora, más que nunca, sabían que debían unirse y luchar, no solo por su supervivencia, sino por la de todos los reinos mágicos.
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