Laura es una joven de 18 años con una vida normal pero eso cambiará para siempre este verano. Un viaje inesperado, un mundo lleno de criaturas que sólo existían en su imaginación y un pasado por descubrir, marcarán para siempre su futuro.
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Después de un descenso arduo por la montaña, el grupo finalmente llegó al borde del bosque de Whisperwood. Ante ellos se extendía un reino antiguo y sagrado, un lugar donde el tiempo parecía detenerse y la naturaleza reinaba con majestuosidad indiscutible.
El bosque de Whisperwood era un entramado de vida y antigüedad. Árboles milenarios se elevaban hacia el cielo, sus troncos gruesos y nudosos contaban historias de siglos pasados. Las copas formaban un dosel casi impenetrable, donde la luz del sol se filtraba en haces etéreos, creando un juego de luces y sombras en el suelo del bosque.
La vegetación era densa y variada, con helechos que se extendían como un manto verde a lo largo del suelo y enredaderas que se enroscaban alrededor de los árboles como serpientes de hojas. Flores silvestres de colores vibrantes salpicaban el paisaje, aportando destellos de color a la paleta de verdes y marrones del bosque.
El sonido del río cercano ofrecía una melodía constante, sus aguas cristalinas fluyendo suavemente sobre piedras lisas y raíces expuestas. El grupo decidió acampar cerca de su orilla, aprovechando la proximidad del agua y la belleza tranquilizadora del lugar.
Mientras montaban el campamento, la princesa élfica se movía con una familiaridad innata por el bosque.
-Whisperwood es un lugar de poder y protección.- explicó.- Los árboles aquí son antiguos guardianes, y las aguas del río llevan consigo secretos de la tierra.
Al caer la noche, el bosque se transformó. Los sonidos de la vida nocturna emergían, un coro de grillos, ranas y el ocasional aullido lejano de una criatura del bosque. La luna se asomaba entre las ramas, bañando el lugar en una luz plateada que le daba al bosque un aspecto místico y etéreo.
Sentados alrededor de una pequeña fogata, el grupo contemplaba el paisaje, sintiéndose pequeños en la inmensidad del bosque sagrado. La princesa compartía leyendas y mitos del bosque, historias de espíritus que habitaban los árboles y criaturas mágicas que se nutrían en lo profundo de sus dominios. Cada relato añadía capas de maravilla y misterio al lugar, y el grupo escuchaba, cautivado por la riqueza de sus palabras.
Laura, mirando las llamas danzar, reflexionaba sobre su viaje. A pesar de los desafíos y las incertidumbres, cada paso les había llevado a descubrimientos y conexiones de gran valor. Whisperwood, con su belleza antigua y su atmósfera serena, era un recordatorio de que aún en medio de la adversidad, existían lugares y momentos de paz y asombro.
La noche avanzaba, y bajo el manto protector de los árboles milenarios, el grupo se sumergía en un sueño reparador, preparándose para planificar su siguiente movimiento al amanecer. En Whisperwood, rodeados de historia y naturaleza, se sentían fortalecidos y listos para enfrentar los desafíos que les esperaban en su misión.
A la luz clara de la mañana, Laura se sentó junto al río, el Espejo de las Mareas en sus manos. Con cada intento de usar el espejo para encontrar al tercer vínculo, su frustración crecía. No importaba cuánto se concentrara o cuánto deseara ver algo diferente, la única imagen que aparecía en el espejo era la de la princesa élfica.