Laura es una joven de 18 años con una vida normal pero eso cambiará para siempre este verano. Un viaje inesperado, un mundo lleno de criaturas que sólo existían en su imaginación y un pasado por descubrir, marcarán para siempre su futuro.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mientras el carromato se abría paso a través del bosque, Laura y Elyan se sumergieron en una conversación profunda, compartiendo retazos de sus vidas como si entretejieran un tapiz de experiencias y sueños.
Elyan comenzó narrando su vida en aquel reino. Habló de sus días de entrenamiento riguroso, destinado a convertirse en un gran guerrero, describiendo con pasión los extenuantes ejercicios de espada y el manejo de antiguas artes marciales. Sus ojos brillaban al contar las historias que había vivido, las batallas contra criaturas oscuras, tratando día tras día de resistir contra las fuerzas malignas que amenazaban su mundo. Laura escuchaba fascinada, dejando que cada palabra de Elyan pintara en su mente imágenes de ese mundo lleno de héroes, leyendas y criaturas mitológicas. Cuando el joven le pidió que le contara cosas de su vida, Laura se sonrojó pensando en lo aburrida que le parecería, pero Elyan insistió, haciéndola sentir cómoda, y la joven le habló de sus planes para la universidad y sobre todo de sus amigas, Sara y Ana. Hablar de ellas le hizo pensar también en sus padres, y un sentimiento de culpa y nostalgia se enredó en su garganta. Había desaparecido sin dejar rastro, estarían preocupados por ella, aterrados. Elyan colocó su mano cálida y callosa sobre la de la joven y trató de tranquilizarla, asegurándole que su ausencia no había sido percibida en su mundo. Evitó entrar en detalles, pero le pidió que confiara en él. Laura, consciente de su reticencia, no presionó con más preguntas, y por alguna razón que no era capaz de explicar, simplemente confió. Y permitió que la conversación entre ambos continuara, fluyendo con naturalidad, como si se conocieran desde hacía mucho tiempo. Laura descubrió que Elyan era sólo dos años mayor que ella, pero sintió que todo lo que había vivido, todo lo que había perdido y por lo que había tenido que luchar, le habían hecho madurar de golpe.
Mientras el carromato avanzaba, la conversación entre ambos jóvenes se convirtió en un puente entre dos mundos, uniendo sus realidades dispares a través de palabras y emociones compartidas. En aquel espacio confinado, pero lleno de posibilidades, ambos descubrieron que, a pesar de haber crecido viviendo en universos diferentes, había mucho más que los unía de lo que los separaba.
Con las primeras luces del alba, el ritmo de la comitiva comenzó a disminuir. Elyan y Laura miraron a través de la ventana del carro, y vieron como Lanette y los demás comenzaban a bajar de sus transportes, ayudando a los cocheros a descargar el equipaje. Su carro se detuvo un poco más adelante, junto a unos lagos. El joven fue el primero en bajar, con agilidad, y luego le dió la mano a Laura para ayudarla a ella.
— ¿Dónde estamos? — preguntó Laura.
— En las ruinas de Nordon — respondió Elyan — Lo que en su momento fue una gran ciudad, la mayor de las fortalezas del reino humano — había un deje de nostalgia en su voz.
— ¿Vamos a quedarnos aquí mucho tiempo? — preguntó Laura mirando a su alrededor.
Las ruinas de Nordon yacían esparcidas como los huesos de un gigante caído, testimonio mudo de un pasado glorioso ahora devorado por el tiempo. Donde una vez se alzaron imponentes murallas y torres que desafiaban el cielo, ahora sólo quedaban fragmentos de piedra y escombros, cubiertos de musgo y enredaderas.