La tribu

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En el momento en el que aquellas palabras sonaron en la cabeza del grupo el ambiente se tensó. 

Elyan se volvió con la mano sobre la empuñadura de una pequeña daga.

"Estúpido" dijo Yshar "¿Quieres que nos vean como una amenaza?".

Un segundo después un grito gutural se oyó sobre una de las colinas y una pequeña nube de polvo comenzó a descender veloz hacia el lugar en el que se encontraban. Los tres jóvenes rodearon a Laura, protegiéndola con su cuerpo. Cada uno empuñaba un arma y observaban fijamente la masa aún borrosa que se acercaba a gran velocidad colina abajo. Eran unos diez o doce jinetes de piel grisácea y cabellos cortos. Vestían pantalones del color de la arena y sus cuerpos estaban tatuados con extraños símbolos. A la cabeza iba un hombre robusto con una banda rodeando su despejada cabeza. montados sobre extraños animales de espeso pelaje pardusco. Sus monturas eran tan extraordinarias como ellos mismos. Con una altura de casi tres metros en la cruz delantera, su densa y poderosa musculatura se podía intuir a pesar del grueso pelaje en tonos parduscos que cubría todo su cuerpo. Sus amplias espaldas y fuertes patas les permitían llevar aquellos descomunales jinetes sin aparente esfuerzo a través del terreno escarpado y las pendientes pronunciadas. Y a pesar de su tamaño, se movían con una gracia sorprendente, capaces de maniobrar con facilidad.

La comitiva se detuvo a escasos metros de ellos. Laura, fascinada, no podía dejar de mirar los rostros de aquellos animales, con grandes ojos marrones y expresivos, que de algún modo le transmitían inteligencia y empatía. Observó sus cuernos cortos pero robustos, que se curvaban hacia atrás en una elegante arqueada.

El jinete al frente descabalgó con agilidad y el compañero a su derecha lo imitó y le siguió con la espada desenvainada.

-¿Qué tribu son?-preguntó Elyan, mirando con interés al fornido jinete.

"Mestizos" susurró Yshar, "Los últimos Hijos de las Rocas".

-¿Y sus monturas?- cuestionó Laura que sentía como si aquellos animales la estuvieran analizando.

-Granbúfalos de las Montañas.- contestó Darius adelantándose al joven vasur.

"Bajad las armas" susurró Yshar en la mente de sus acompañantes.

Elyan y Darius se miraron confusos.

"Haced lo que os digo" insistió Yshar.

Los dos jóvenes asintieron con pesar y guardaron sus dagas. Cada uno tomó a Laura de una mano y dieron un paso atrás. Laura podía notar el acelerado corazón de Elyan y el frío sudor que recorría la espalda de Darius, pero Yshar parecía realmente tranquilo y conversaba con aquel extraño hombre. El jinete miraba a Laura de vez en cuando, interesado, asintiendo mientras su acompañante escrutaba con detalle a los demás. Después de un par de minutos Yshar se acercó a ellos seguido muy de cerca por aquel hombre.

-Podremos atravesar las primeras montañas con ellos, pero cuando lleguemos a la cascada tendremos que dar un rodeo.-dijo Yshar despacio.- Su tribu se encuentra allí asentada y sería demasiado peligroso escondernos pero se han ofrecido a darnos montura y comida.

-Podemos hablar vuestro idioma, humano. Os llevaremos hasta la cascada y podréis continuar desde allí.

La voz del Hijo de la roca sonó ronca y fuerte. Darius asintió estrechándole la mano con fuerza.

-Mi hijo dejará su montura a la chica y al vasur. Tú puedes montar conmigo y el muchacho con mi hermano.

Darius se volvió hacia Elyan que asintió funciendo el ceño. Laura ya estaba montada sobre uno de aquellos animales. Yshar estaba detrás de ella, sus brazos rodeaban su cintura agarrando con fuerza las cuerdas del animal. Sus labios descansaban sobre el hombro de la chica pero su mirada estaba fija en Elyan que mantenía sus ojos grises clavados con furia sobre Yshar.

Aetheria. Las Hijas de los Dioses - Libro 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora