El día de mi boda

11. Luna de miel

*Flashback*

Dejamos a mi ex y volvimos a la carretera.

—Lo siento, Camile, pero tuviste que verlo tú misma para creerlo —Dijo Renzo.

—¿Tú lo sabías? —pregunté.

Fingía que no me dolía, pero estaba a punto de explotar todo.

—No, pero tampoco me sorprende, dada su reputación.

Asentí en silencio. Él me lo había advertido y yo no quise escucharlo, todo hubiera sido más fácil de haber hecho caso.

—Él no se merece que le llores. Ni que estuviera muerto —dijo porque vio mis lagrimas caer.

—¿Qué pretendes que haga?

—Olvidarlo. Hoy te dejo que te emborraches hasta que lo olvides.

Aparcó afuera de una taberna. Había pocas personas, nos sentamos en una mesa y empezamos a pedir hasta embriagarnos.

Nunca había tomado tanto en mi vida, esa fue la primera vez y probablemente la última.

Yo no quería irme, pero Renzo me convenció, al parecer él no estaba ebrio, era yo la que lo veía doble, y pensé que era porque se había emborrachado también.

—Hoy te estoy cuidando, no me iba a pasar de copas, Camile.

Como a eso de las dos de la mañana salimos de allí, porque ya no podían seguir esperándonos y tenían que cerrar.

Fuimos al carro de Renzo.

—Quiero manejar —dije.

—Estás loca no puedes manejar así.

—No importa, ¿a quien le importa como maneje?

—A la policía, seguramente.

—Puedo manejar.

—Ni siquiera puedes manejar un carro de este tamaño, es más complicado que un carro pequeño.

—Sí puedo, ya veras.

—Ok —dijo Renzo y me abrió la puerta para que me subiera.

Iba a agarrar el volante, pero me di cuenta que estaba en el otro asiento, no en el del piloto.

Renzo se subió después de mí y encendió el motor.

—Pero yo iba a manejar —me quejé.

—En tus sueños.

—Eso es trampa. Yo quería conducir, es una buena noche para ir a estrellarnos.

—Nada de eso, princesa.

Hacía muchos años que no me decía princesa. Lo dijo pensando que a la mañana siguiente no lo recordaría. Tenía razón.

No decimos nada más, y conduce.

Por la carretera voy prestándole atención a los coche parqueados. Hasta que veo uno que conozco. El auto del príncipe Nikolay. Estaba enfrente de una casa.

Y metros más adelante lo veo caminando por la acera.

Es él lo reconocí de inmediato, estaba mareado y no caminaba recto, iba solo, sus amigos lo habían abandonado, esos amigos a los que preferió antes que a mí.

Me preocupaba las acciones que fuera a tomar contra mí, por causa de negarme a ser su esposa. Era todo un conflicto, y no quería que me arruinara más la vida.