Sanji vivía a la sombra de sus hermanos, siempre había sido así. Por eso cuando aquel azabache entró en su vida, se sorprendió al darse cuenta de que solo lo miraba a él. Sanji siempre se calló por las injusticias cometidas, pero ahora se estaba can...
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—Sanji-Kun —me llama alguien cuando me levanto de mi asiento, listo para dejar el aula.
—Hey... —dije tratando de recordar el nombre de la chica que ahora se había colocado frente a mi.
—Pudding —me recordó ella amablemente con una sonrisa.
—Claro, disculpa, no soy bueno con los nombres —mentira, solo no presté atención a quienes eran mis compañeros.
—No hay porqué, quería preguntarte si... Quisieras que hagamos el trabajo juntos...
—Oh, bueno... pensaba hacerlo solo pero... por supuesto —acepté su propuesta sin saber realmente qué otra cosa hacer. No conocía a nadie y podría ser una ventaja no tener que hacer todo solo.
—Genial, este es mi número, escríbeme y nos arreglamos —ella dejó un pequeño papel sobre mi mesa y se fue.
Lo tomé y guardé en mi bolsillo, seguidamente dejé el aula completamente exhausto.
Esa había sido mi última clase del día y definitivamente odio las clases teóricas.
Llevaba tres semanas en la universidad, las cosas iban dentro de todo bien. Aunque tenía la esperanza de que nos dieran un poco más de tiempo antes de dejarnos algún tipo de trabajo calificado.
Por el momento mi rutina era asistir a clase y volver a la residencia. No estaba interesado en convivir e interactuar con mis compañeros. Razón por la cual no he logrado hacer amigos. Sin contar a Zoro, que es mi roommate más que un amigo. Aunque no me molesta, nunca los tuve de todos modos.
Zoro... él y yo no nos volvimos mejores amigos pero podíamos convivir con tranquilidad. El hecho de que él casi siempre estuviera fuera ayuda mucho.
—Zoro, por el amor de Dios, ya te he dicho que tires las latas de cerveza en los tachos —reclamé cuando al entrar a la habitación en la residencia lo primero que logro hacer es pisar una lata de cerveza—. Ya no vives solo, pedazo de mierda.
