La confabulación de los astros

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 El monstruo en mi estómago ruge de hambre, regresé a casa a las siete de la mañana, pero como es lógico me metí directamente a la cama, pero ahora son casi las dos de la tarde y mi cuerpo necesita sustento, no estoy segura si dormí tanto por cansancio o dolor emocional, como sea será mejor que empiece a acostumbrarme a no verlo en mucho tiempo, solamente quisiera tener certeza que esta vez no tardará tanto tiempo en volver. Lo que más extraño se me hace es el hecho de que Roberto no ha llamado aún, mínimo para saber si está en casa conmigo, o sí está bien, o cualquier cosa que me dé luz para saber que le importa, aunque sea un poco el paradero de Josh.

A pesar que dormí bastante aún tengo sueño, y me siento realmente cansada, mi calefactor no se ha despegado del sofá, creo que hasta él tiene hambre, aunque últimamente no espera a que yo dejé comida o fruta partida en cubos, mmm, me he preguntado cómo le hace para cocinarse la comida, ¿será que toma alguna forma corpórea? O sabe cómo materializarse. En fin, creo que es mejor no pensar en eso. ― ¡Hola calefactor! Buenas tardes, dormiste algo, o simplemente te quedaste cuidando de mí. Pregunto con mi mirada dirigida hacia el sofá, sé, perfectamente, que está ahí. No sabría cómo explicarlo, pero lo siento, su presencia es tan fuerte que no es difícil dar con él en cualquier rincón del apartamento.

Después de comer un poco y tomar mi café correspondiente me quedo el resto del domingo arreglando el apartamento, limpiando la habitación de Josh, el ciclo de tiempo de la lavadora está por terminar. Con sábanas limpias en ambas habitaciones y claro, en el sofá también es agradable tener todo organizado una vez más.

Siento que si no ocupo mi cabeza en algo terminaré llamando a Roberto para leerle la cartilla, así que será mejor que me ocupe en cosas del trabajo.

Ya pasa de las once de la noche será mejor que cierre todo con pasadores y me acueste a dormir. "Buenas noches soledad"

Estos últimos días he estado tentada a llamar a Roberto, hace 4 días que se fue y su ausencia comienza a hacer estragos en mí, claro que hablamos por teléfono y las video-llamadas que no pueden faltar con las 7 horas de adelanto que tienen casi siempre es por las noches en Ámsterdam y acá en casa es por las tardes o media mañana dependiendo el horario de las clases de Josh, pero se escucha bien, aún lo siento preocupado y triste, pero estoy convencida que lo superará pronto.

Aún no he coincidido con Ekland nuevamente, cosa que me entristece mucho, pero espero que pronto pueda verlo otra vez. Es posible que ese chico me guste más de la cuenta o más de lo que estoy dispuesta a aceptar. Pero, deseo tanto volver a perderme en sus ojos violeta tan hermosos, y en definitiva muero por escucharlo hablar, su timbre de voz tan masculina y ruda me encanta esa voz tan grave que me recuerda un poco a la voz de papá, bueno no es que haya punto de comparación ya que papá tenía la voz muy rasposa pero dulce casi todo el tiempo o al menos conmigo.

Otro sábado trabajado, me gusta lo que hago además me mantiene en constante movimiento y muy ocupada, ya son casi las siete de la tarde. Nuevamente en el café que me encanta siento que puedo hacer casi de todo. ¡Hola Ailén! Me dice una voz a mi espalda, mi cuerpo reacciona como si un interruptor se encendiera al escucharlo, una corriente de electricidad recorre mi cuerpo dándome a entender que lo estuvo esperando durante toda la vida, y al voltear, ahí está, él, Ekland... Como la otra vez, me quedé sin aliento al verlo, es tan guapo y varonil, y creo que él ni siquiera se percata de eso, me encanta, espero que esto se me pase ya que no quiero que piense que soy lenta o desequilibrada, el simple hecho de  tenerlo así de cerca me provoca muchas cosas que no sé si sean normales, legales o de acuerdo a las normas morales. ― ¡Hola Ekland!

―Hoy te ves menos... apurada que el otro día, me parece... dice de una forma tan casual, pero me observa tan detenidamente como si quisiera descubrir los secretos más enterrados en la profundidad de mi memoria.

AilénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora