Deseos desesperados

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―No... te alejes... estoy bien, es solamente que mi cuerpo no resiste ni un poquito de presión, no es que seas el ser humano más fuerte del mundo y me convierta en un mondadientes en tus brazos.

Jajajaja, mondadientes, en serio, es lo único que se ocurre para quitarle importancia a que casi te rompo otra costilla. En verdad lo siento, no debería haber hecho eso, o al menos no con tanta intensidad. ¿Estás bien?

― Bueno si hubiese sido así créeme que no lo lamentaría. Ekland, podrías por favor cambiar tu expresión, estoy bien lo prometo, pero quiero saber algo, ¿Por qué? No es que no lo disfrutara, pero... ¿Por qué?

― Mmm, te molestó, o crees que fui demasiado atrevido. Ahora que si no te gustó puedes devolverme cada uno de ellos.

― No para nada, de hecho, nunca nadie me había besado de esa forma, pero necesito entenderte. Me rescatas de un psicópata, te quedas en el hospital con una perfecta extraña que solamente ha hablado contigo en dos ocasiones, me trajiste a casa, te quedaste cuidando de mí mientras dormía, cocinaste, delicioso si he de ser honesta, y ahora esos besos, sí, besos, plural... puedes explicarte por favor. Que si bien no soy una adolescente con las hormonas en cúspide tampoco soy esa clase de mujer que deja entrar a cualquiera en su hogar, y mucho menos dormir con cualquiera, así que, en efecto, necesito entender. Ya me di cuenta que no eres un sujeto cualquiera y eso me desconcierta aún más... ¿Crees que no te noté la primera vez que te vi? ¿Crees que esto es normal? Pues no, no es normal, y eso me asusta en formas que ni siquiera sabía que fuera posible.

―Ailén... creo que ha llegado el momento de que  me sincere respecto a algunas cosas, puedes por favor sentarte un momento y escucharme. Sólo prométeme que no enloquecerás, por favor, de lo contrario no podré decirte nada y no quiero volver a estar aquí sin tenerte así de cerca, ya no lo soportaría ni un día más. No tienes ni idea de lo difícil que ha sido para mí el estar tan cerca y no poder tocarte, sentirte, he deseado tanto tomar tu rostro entre mis manos, oler tu caballo, y otro sin fin de situaciones que estoy seguro que si continúo enumerándolas me sacaras de tu casa sin darme oportunidad de explicar nada. Yo... No ves... Yo estoy incluso más asustado que tú. Deseo, no, necesito que me quieras con la misma intensidad que yo lo estoy haciendo, te has convertido en una necesidad para mí, te sueño, te deseo todo el tiempo, tu falta de cercanía me arranca la piel y desborda mis emociones de una forma poco saludable. No me preguntes cómo, pero te me metiste en la piel, cada una de las células de mi cuerpo reclama el tuyo, mi aliento sólo quiere devorar el tuyo, mi alma reconoce la tuya y la exige.

Sé perfectamente que soló cruzamos dos palabras, pero esa semana que transcurrió no podía sacarte de mi cabeza, estando en casa todo parecía no tener sentido para mí, tú te clavaste en mí de una manera que nadie lo había hecho antes, y te vi varias veces pero no me atreví a hablar contigo, te veía salir del trabajo y siempre era la misma oración, «Hoy sí tendré el valor de hablarle« pero, cómo podría hacerte eso, y más aun sabiendo que no soy lo mejor que te pueda pasar, además tú en definitiva no tienes por qué tomar responsabilidad sobre mis emociones, así que esperé por ti el viernes, con toda la convicción que sí te hablaría, pero soy el cobarde más grande del planeta

Antier fui tarde al café para evitar verte y cuál fue mi sorpresa que justo estabas adentro, sin siquiera pensarlo me acerqué a ti, y prácticamente te dejé sin opciones para negarte a cenar conmigo, fue una cita buena, pero no excepcional ya que me daba miedo que salieras huyendo, o peor aún que creyeras que estaba desquiciado. Por eso te pedí otra cita, en la cual ambos pudiésemos iniciar un romance bonito y pacífico, pero al parecer mi cuerpo, mi ser completo no quiere nada de eso, nada pacifico, yo quiero besarte todo el tiempo, tocar tu cabello en fin... Con todo lo ocurrido me llevé el susto de mi vida, preguntándome todo el tiempo ¿Por qué pasó todo esto? en verdad creí que te perdería sin haberte tenido realmente, ves la paradoja. Ayer en el hospital me sentía fatal de verte así, y hoy con tu rostro así lleno de cardenales me dan ganas de salir y matar a ese hijo de puta de una vez por todas, si no lo hice esa noche fue porque mi prioridad era ponerte a salvo de lo contrario... aun así, con cardenales y ese movimiento extrañamente sexi con el que te mueves ahora debido al dolor de la costilla hacen que quiera abalanzarme sobre ti y besarte hasta que te desmayes por la falta de oxígeno. Por favor no alucines con todo esto, solamente deseo que nos des la oportunidad de conocernos, procurarnos, amarnos y convertirnos en lo más valioso el uno para el otro. ¿Puedes hacer eso? Por ambos, sé que no te soy indiferente, no tengo la menor idea de en qué grado te gusto, pero siento cómo tu cuerpo reacciona al mío, y de la forma en la que me observas es como tocar el cielo sin ni siquiera morir. Así que por favor no nos niegues el cielo a ambos.

AilénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora