Calefactor en el umbral

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Josh y Roberto me invitaron a comer en su apartamento, así que al salir del trabajo me dirigí hasta el Boulevard de las Orquídeas para cenar y charlar con ellos, he de ser honesta no me basta solamente con llamadas esporádicas y video llamadas fugaces, me hace falta hablar con él, sé que Roberto es bastante comprensivo con la relación que tenemos con Josh, y sabe que nos adoramos como hermanos nos conocemos desde adolescentes cuando sus padres se mudaron aquí, siendo un chico tan listo como es, a los 12 años ya había terminado la preparatoria y a los 13 inició con la carrera de medicina que también la terminó antes, es bastante joven para todo lo que sabe hacer y en la forma que lo respetan en su trabajo es impresionante. La tarde noche se nos fue entre ponernos al día y chismear de otras personas, terminó bastante molesto por el asunto de Adrián, pero nada hay que podamos hacer ya que está más protegido que el mismo presidente de la nación. Es refrescante tener conversaciones profundas, sin importancia, vanas, y raras con un buen receptor quien a su vez se vuelve el emisor ya que mi calefactor no es un buen comunicador, bueno en el extraño caso que sea masculina la entidad que habita en mi casa y me visita en mi trabajo, ya me acostumbré a su presencia y en efecto dejé de sentirme sola, también he notado que es intermitente, a veces desaparece por días e incluso hasta semanas en las cuales no noto su presencia, también aprendí que algunas cosas de las que dejo de comida no le gustan como la sandía y el kiwi, eso no se lo come al igual que los embutidos, nada de eso le gusta pero el tocino sí que le agrada. Y bebe más café incluso que yo. Aunque claro esto es algo que no puedo contarle a nadie sin excepciones, si de por sí la situación se me hace de locos me imagino cómo sonaría si exteriorizo todo eso que ocurre en mi departamento. Al salir de casa de Josh presiento que ellos no están bien del todo. Así que sin mayores dificultades me despido a las diez de la noche y regreso a casa, ya acostada y en medio de saber que pesadilla la puerta me despierta, y me levanto bastante molesta ya que le he dicho mil veces al calefactor que no me despierte, pero no es el calefactor, la puerta suena desquiciadamente fuerte.

―Ailén, hermosa, abre la puerta...

― Pero, por el amor de Dios, que te pasa, anda entra de una vez por todas le digo, haciéndome a un lado para dejarlo entrar no sin antes percatarme del estado tan lamentable que trae.

― Mis llaves no sirven... mira, no me dejan entrar... jijijiji creo que estoy más borracho de lo que creo dice con los ojos desorbitados

― ¿Qué te pasa Josh? ¿Por qué vienes a casa en este estado tan deplorable? Tú no eres así, ven siéntate por un momento, ahora mismo te preparo café

―Nop, no yo quiero café, wiski, sí, wiski es lo que necesito ahora mismo.

―Nada de wiski, te tomaras el café y punto, ¿Qué rayos te sucede cielo? éste no eres tú... jamás tomas más de un trago ocasionalmente, ven recuéstate un poco, ahora te sirvo el café y hablamos ok.

Desde la cocina puedo ver lo mal que está, sus ojos no tienen nada de esa luz característica de siempre, algo ocurrió en su casa después que salí de ahí.

―No quiero hablar, solamente que te quedes a mi lado, ¿puedes?

― Siempre. ― me acerco a él con una taza de café bien cargado. ―Tómate el café y ven a la cama.

Algo se interpone en mi camino, y siento repentinamente como la temperatura aumenta, ― ¡oh! Mi calefactor, ―basta me quemas, déjame pasar le arreglaré la otra habitación a Josh y tú puedes dormir como siempre en el sofá. Así que cálmate. Él no va a hacerme daño, así que no sobreactúes. le digo con la mandíbula apretada y lo más bajo que puedo.

― ¿Con quién hablas Ailén? ¿Quién duerme en el sofá? No veo a nadie aquí ¿Acaso ya tienes alucinaciones?

― El que ya está alucinando por tanto wiski eres tú, anda ven a la cama, te acompaño hasta que te duermas, te parece. Déjame quitarte esos horribles zapatos, listo, ponte esto, y te acuestas, sale.

AilénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora