12. Desencuentro y encuentro

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Tristán se acicala con esmero y discreción, no quiere que se note mucho la necesidad de hacer otra entrega a domicilio. Sus ojos recorren el sendero de su mente a través del espejo, se debate entre dos mujeres, Isolda, la escritora fantasma, y Berta esa mujer de glúteos erógenos y pechos por los que le gustaría perderse. Esos pensamientos enfrentados se traducen en pesadillas que casi a diario lo atormentan, luego los muñones, que cada mañana le queman como si ellos recordaran algo que la mente no es capaz de rememorar. Tras el dolor regresan sus ganas de morir, un pensamiento latente y no tan persistente.

Bajo la chaqueta, otro sobre; empujado por la certeza de encontrar a Berta en su casa, se decepciona al llegar a la verja, ella no está, reina el silencio salpicado por los graznidos de los cuervos y el canto de los estorninos. Se queda un rato plantado esperando no sabe muy bien el qué, ni tan siquiera está Doña Tecla. Triste, cada paso lo dirige al Café de la Selis. Saca la carta del bolsillo de la chaqueta, el contenido es más grueso de lo normal, el papel del sobre es de alta calidad, le sorprende la letra pulcra. Se fija en el remitente, un apartado de correos, el veinte. Lleva consigo un envío de Ágata y Arturo, obvio que es un libro, se sorprende por tener las manos ocupadas. «¿Será que tengo que abrirlo en la cafetería?» piensa. Calibra la situación, no le importa.

En la cuesta ya puede ver el cartel de la cafetería, al entrar recuerda el día en el que su mesa la ocupaban una mujer con su hijo, al echar un vistazo al fondo a la derecha, está ella, es entonces que regresan las imágenes de aquel día con claridad. Sí, aquel día de hace varios años, esa misma mujer estaba ahí, silenciosa y triste, ahora risueña y rejuvenecida, no entiende por qué se siente atraído. Se da cuenta que en su vida hay un círculo que se inició con ella, ese día comieron lo mismo, un plato combinado de chuletas de cordero a la brasa con guarnición de verduras, bebieron agua y los dos estaban leyendo el mismo libro, una antología de cuentos de Emilia Pardo Bazán. Su cuerpo se estremece, estuvo ahí todo el tiempo y como una daga que se clava en una diana, la imagen del joven regresa nítida y duele. Lo miró asustado y él lo devoró con sus ojos llenos de odio, un odio exacerbado que de tanto en tanto llega de nuevo.

Gloria lo saca de sus pensamientos.

—¿Cómo vas?

—Bien, me sentaré ahí —dice señalando a Isolda.

—Fantástico.

Se acerca con una sonrisa.

—¡Mira a quién tenemos aquí! Al repartidor de correos.

—Lo tuyo es el sarcasmo.

Los sobres son exactamente iguales, gruesos, con etiquetas con la misma letra, manufactura de Ágata y Arturo. El logotipo es dos «A» mayúsculas con filigranas evocando los tiempos del siglo XIX. Ambos sobres están lacrados con la marca de la casa.

—Sería mucha casualidad —murmura sorprendido Tristán, que se olvida de la carta.

—¿Hacemos eso que se llama unboxing juntos? —pregunta Isolda.

Ambos estudian los movimientos para sincronizarse y zas... el mismo libro en ambos sobres, la misma tarjeta, la misma letra.

—Es mejor no decírselo a ellos, por el momento —sugiere Isolda.

—Sí, es mejor.

El libro en cuestión es 15 de febrero: cualquier día es perfecto para decir "te quiero" de Victoria Fortún, la historia de una joven con el pelo fucsia y un empresario de la noche madrileña, abusos, redención y buenas dosis de amor.

El libro en cuestión es 15 de febrero: cualquier día es perfecto para decir "te quiero" de Victoria Fortún, la historia de una joven con el pelo fucsia y un empresario de la noche madrileña, abusos, redención y buenas dosis de amor

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Las Cenizas de TristánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora