15. Sueños y corazones

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Dibuja corazones para él, ha mejorado tan despacio que ni ella se da cuenta, hasta que ese domingo Tristán le trae todas y cada una de las hojas que ella le ha regalado a lo largo de su vida. La mira y ella sonríe, el cuerpo le acompaña, en esos momentos su consciencia crece, el mundo que existe en su interior emerge. Tina no está. Ella no tendría que vivir, no tendría que existir.

Lo toca, absorbe su olor, quiere que los domingos sean eternos, pero él se va y ella se hunde en la más absoluta oscuridad, ya no reacciona a ningún estímulo, babea, se va lejos de lo que hay a su alrededor. Es su cuerpo, su mente está intacta, lee las portadas de los libros, los carteles y las revistas. Una pulsión vive en su interior, no quiere recordar el día en el que su cuerpo dejó de ser su cuerpo, aquel día en el que su envoltorio se pudrió y ellos la escondieron y la llevaron lejos.

Al principio el cuerpo, luego los electroshocks que tanto su padre y su madre pidieron para enderezar ¿el qué? Luego llegó el miedo que se metía cada vez más adentro y en esa dualidad vivía

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Al principio el cuerpo, luego los electroshocks que tanto su padre y su madre pidieron para enderezar ¿el qué? Luego llegó el miedo que se metía cada vez más adentro y en esa dualidad vivía. El terror de su madre que todavía auscultaba todo indicio de consciencia en esa idiota tullida que no debía existir. Ella representa esa anomalía que existe en todas las familias y que todos quieren borrar, que todos quieren matar. Aún no comprende por qué vive y el propósito de habitar en un cuerpo más muerto que vivo. Tristán la libera de esa prisión, él la hace sentir viva, él la motiva, pero ese muchacho sigue sin adivinar lo que dice —iiiiooooo, iiiiooooo. —Dos vocales que no significan nada pero son el todo para ella, el todo para Nada.

Atrás han quedado los años en los que se sintió prisionera, recuerda ver Cadena Perpetua, colocaron su silla de ruedas en el salón ante la televisión que emitía en bucle infinito para rellenar las horas de los lerdos y tullidos. Nadie hizo caso, aprendió que debía aceptar lo que estaba sucediendo, le dolía el cuello, nadie la movía, nadie la enderezaba y otra vez las llagas por ir meada y cagada más tiempo de la cuenta.

Manosean su cuerpo para cambiarla, le limpian los restos de caca del trasero, con las prisas y con esa inercia de que ella no siente, sí siente, aunque no para el mundo solo para su querido Tristán.

Los sedantes funcionan cuando las noches sedientas de horrores, la sumergen en los monstruos del pasado, las escaleras, el cuadro de la pared, su padre y Tina al fondo, quieta, estática como una estatua de porcelana.

Sueña que está en el vientre de su madre, tiene miedo y llora, la escucha decir— me has fastidiado la vida, tienes que morir, muere.

Puñetazos en la barriga y dolor en un cuerpo inocente. Le rueda la cabeza, su madre se tira por las escaleras, quiere que muera y con esos horrores, grita hasta que una luz aparece en sueños, tiene cara de Tristán y le recuerda que siempre estará con ella. Es la esperanza para sobrevivir. Algunas veces esa luz tarda en regresar y los enfermeros le meten una dosis de sedante para sumirla en una oscuridad insoportable.

Tristán le acomoda el babero y ella abre de forma obediente la boca.

—My queen, perfecto.

Le asoman unas lágrimas, ella desea que la llame por su nombre y su verdadera condición.

—A veces pienso que no estás tan mal. —Cuando escucha esas aseveraciones, no puede contener los berridos, no puede filtrar las emociones que siente con toda su intensidad por estar demasiado tiempo reprimidas, es cierto, no puede. Los quejidos primarios asustan y preocupan a Tristán que se sorprende cuando Nada es consciente y logra controlarse. Esos flases de luz ponen en duda el estado de Nada, este interrogante corroe a Tristán «¿Y si no está tan mal? ¿Y si mis sueños son un preludio de la verdad?»

Pronto, Nada recuerda las lágrimas de Johnny cogió su fusil, se siente como él, solo que Tristán se va y ella se queda hibernando en un mundo helado, sin amor.

Termina de comer y pronto regresan los lápices pero ella está cansada, agotada y se duerme sobre la silla. Tristán la acompaña a la habitación, supervisa que todo esté en orden, la coge con ternura, la desnuda para ponerle el pijama, le cambia el pañal. La rocía con su colonia favorita, le da un beso en la frente.

Ella despierta con mucho frío, no quiere que la toquen, huele a Tristán, una enfermera —vaya, tú como siempre, pues que sepas que mando yo —ordena que la laven, aunque sea bajo los efectos del sedante. A la noche descubre un pañuelo de seda blanco, tiene el olor de Tristán.

 A la noche descubre un pañuelo de seda blanco, tiene el olor de Tristán

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***

Así están las cosas, Nada no es lo que parece, ella está cuerda ¿Hará caso de su intuición, Tristán?

Queridos viajeros de esta aventura literaria, pronto llegarán las respuestas, calma, que todo tiene su razón de ser.

Te mando un abrazo lleno de abrazos 💖💖💖💖💖💖💖

Te mando un abrazo lleno de abrazos 💖💖💖💖💖💖💖

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Las Cenizas de TristánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora