6. La sombra de Tina

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Se mira ante el espejo, la nariz le devuelve el tufo del puré que escupió Nada. Organiza su neceser, gracias a su consultora de belleza está a reventar de productos. Decide enmarcar el miedo con rímel y la inseguridad con carmín. — No pasa nada. —Las palabras se arremolinan como estorninos que picotean desesperados la comida. — Respira. Todo es perfecto. —Apesta a hipocresía. Repasa el maquillaje, queda del todo natural.

Si alguien pusiera un bozal a su mente se lo agradecería

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Si alguien pusiera un bozal a su mente se lo agradecería. Cuando uno está preparando la muerte con minuciosidad, en la cabeza surge un proyector de aquello que fue y lo que hubiera tenido que ser. Se discute con la memoria y uno se miente, aunque siempre está aquello de «todo es perfecto» o «no pasa nada».

Al bajar por las escaleras se encuentra a Sir Timoteo dormido sobre el sofá, apenas quedan brasas. Está todo ordenado como un ataúd que tiene lo justo y necesario o bien para ser metido en un agujero, enterrado o incinerado. Tina siente el fracaso. Agarra al michi que se despierta, bosteza y se pregunta qué está haciendo esta humana.

—Tengo muchas cosas que aprender de ti —susurra. En ese decir y escuchar, Tina es consciente de que no está todo perdido.

—Todavía hay esperanza —murmura.

—Decir la verdad —musita. Acto seguido piensa que la verdad en sí misma no existe, es una calumnia. La verdad verdadera es la consciencia de que la vida es inherente a la muerte, que todo lo que tiene vida, perece y ante la imagen que proyecta el espejo de la entrada, aquella mujer que ve, no es una digna imagen de la verdad. Sir Timoteo la despierta con un mordisco. Es hora de comer y los gatos son tan libertarios que muestran sin filtros lo poco importantes que son los humanos, los impulsos gatunos se imponen y Tina le prepara el biberón, se lo da y la mente queda en silencio. Una vez ha exprimido el elixir de vida, se relaja y en un ejercicio de telepatía, se mea y caga sobre ella, sobre su verdad.

—¡Mira!... —Si algo comprende Sir Timoteo es que, quien se ha cagado ha sido él y no ella, se lame las patitas, Tina desiste, lo limpia, se limpia, cambia la manta por otra limpia y el gato se vuelve a dormir limpio.

—¡Qué envidia me das!

Silencio, mirada y tufo.

Tina preparará una salsa boloñesa a su manera, primero pica la cebolla y un par de ajos, lo sofreirá todo bien con un buen chorro de aceite de oliva, luego otro chorro de vino rancio, por último, la carne que irá volteando hasta que quede bien desmigada, añadirá un toque de especias, orégano, tomillo, romero, una hoja de laurel y luego abrirá un frasco de tomate casero en conserva, añadirá un poco de azúcar para rebajar la acidez, lo rectificará de sal y pimienta, echará los macarrones poco cocidos para terminar de cocinarlos en la salsa.

Parece magia, justo al terminar entrará Tristán, se le acercará y le dará un beso, saludará al gato y pronto comerán juntos.

Un nuevo día solo que hoy, ella no se encuentra bien, las articulaciones están hinchadas. Observa cómo su hijo está terminado la caja. Dejó de ser un crío demasiado pronto. Con solo ocho dedos, tiene una endiablada agilidad, se comunica con la madera y se transforma en uno. Se evade de la mente. Tiene suerte, ella no puede evadirse, los pensamientos asestan golpes como un bate de béisbol con pinchos. No son palabras, son imágenes que ha contenido hasta ese fatídico domingo, el último en ir sola, el último día que podía pronunciar la palabra, esa verdad enjuta que se quedó quieta en la garganta.

Sube a su habitación para dormir la siesta y entra en el pozo de los remordimientos, las imágenes se solapan unas con otras, haciendo un montaje al más puro efecto Kuleshov, una silla de ruedas, la imagen de horror de Joan Crawford en Qué fue de Baby Jane, pero esas manos son las suyas y en el suelo yace Nada, escupiendo sangre y horrorizada. Tina se ve arriba en las escaleras como Bette Davis solo que joven, esbelta y egoísta. Las sábanas parecen moverse amortajándola, Tina, inmóvil, suda. Con los párpados pegados, el mentón fruncido y el cri cri cri del cabezal de la cama, las lágrimas caen de los ojos, jadea y al fin, puede incorporarse. «Una pesadilla» piensa, aunque es consciente que la verdad está entre esos fotogramas mentales, siente que el corazón va a estallarle y murmura— un poquito más, un poquito más...

 «Una pesadilla» piensa, aunque es consciente que la verdad está entre esos fotogramas mentales, siente que el corazón va a estallarle y murmura— un poquito más, un poquito más

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Decide mear en el orinal, luego vuelve a meterse en la cama, esta vez todo es negro, inerte, sin vida.

Decide mear en el orinal, luego vuelve a meterse en la cama, esta vez todo es negro, inerte, sin vida

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***

Querido Viajero de las Letras, 

Tina va sacando su lado oscuro lleno de secretos y mentiras ¿logrará decir la verdad? ¿se redimirá?

Me apena Tristán que enamorado y engañado está perdido entre las sacas de correos. ¿Encontrará la carta de su corazón? 

En fin... para saber más tendrás que seguir leyendo. 

Tenemos miedo a la verdad, quizás porque nos hemos acostumbrado a vivir en un engaño.

Gracias por estar ahí, es un honor que leas cada uno de los capítulos, ya sabes que me encantan los comentarios y, si te gusta, vótame y sígueme en las redes:

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Te mando un abrazo lleno de abrazos 

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Las Cenizas de TristánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora