14. La familia

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Abre el estuche donde guarda los pinceles, el hueco trae la figura de Tristán a su mente.

—Piensa que soy Berta —musita triste.

—Doña Tecla, tenemos un jodido problema.

La perra juguetea alrededor de ella, agarra la correa y la deja en los pies de Isolda que, sin pensarlo dos veces, se viste y dan un largo paseo por el camino que da al cementerio dirección a Caldes de Malavella. La ruta está salpicada de colores, púrpura, blanco, amarillo, flores que reclaman la atención de las abejas para ser polinizadas.

Doña Tecla va directa hacia una senda llena de zarzas, Isolda, al seguirla, ve un lago donde hay garzas blancas, todas ellas alzan el vuelo, excepto una— tú no tienes miedo —dice sorprendida

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Doña Tecla va directa hacia una senda llena de zarzas, Isolda, al seguirla, ve un lago donde hay garzas blancas, todas ellas alzan el vuelo, excepto una— tú no tienes miedo —dice sorprendida. El pájaro revolotea sobre su cabeza— vaya, eres muy bonita ¿Qué quieres decirme?

La perra se tranquiliza, Isolda cierra los ojos y el rostro de una joven llena de luz acude a su mente. «No te identifiques con el miedo, todo es como tiene que ser», las palabras se transforman en pequeñas ráfagas de aire.

—¡Joder! Ahora solo me falta volverme loca —dice Isolda.

«No te identifiques con el miedo, todo es como tiene que ser», esos pensamientos se insertan en su cerebro como clavos en una pared. La garza se reúne con las demás.

  La garza se reúne con las demás

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—Estoy soñando.

Para su sorpresa, Doña Tecla está tranquila, sin ganas de corretear, pasea a su lado, consciente de lo que sucede.

Vuelven por el mismo camino hasta casa. Decide ir directamente al escritorio, saca un libro con hojas todavía por escribir y pronto relata los hechos con subjetividad.

«No somos conscientes de que estamos vinculados más allá del egoísmo de unos pocos. La imagen de la joven se me ha quedado clavada en la retina, es como un dibujo tatuado en mi red de neuronas ¿Quién es? ¿Estará viva? ¿Por qué ha sucedido?

Las impresiones han sido extrañas y me han devuelto a mi impulso, a esa pasión irremediable de dar un salto al vacío, sin la necesidad de que nadie comprenda nada, consciente que al volver a dar ese paso como un acto de fe absoluto me condenará otra vez...».

Las Cenizas de TristánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora