7. La Bisagra y la carta

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Cada papel tiene su propio lenguaje y estructura únicos. El diálogo solo es posible cuando Isolda saca la hoja de la prensa, lista para dar vida a una nueva historia o parchear alguna mentira del pasado. Quiere el papiro adecuado, si se lo para a pensar ¿Qué es lo adecuado?

Se pasea por las estanterías escrutando cada ficha con la mente funcionando como una trituradora «estás loca, es más joven que tú, no te hará ni puto caso, eres una vergüenza...» Las creencias de su inconsciente toman el mando hasta que Isolda patea el suelo ¡pam, pam, pam! Y se grita— ¡Así no! ¡Isolda! ¡Así, no! —La auxilia Doña Tecla, aunque su presencia es enervante, se le pone la piel de gallina; la respiración muestra como esa energía asciende desde los pies hasta el cogote. Como era de esperar, Doña Tecla no hace caso, salta sobre su pecho y logra lamerle la cara, luego se sienta frente a ella.

—En fin, petarda, lo haré.

En uno de los huecos, una veintena de pergaminos parecen emanar chispazos de luz; confeccionados con revistas del corazón antiguas, les echó una solución de agua con cúrcuma y unas gotas de esencia de mirra y todo por exorcizar las energías contenidas en cada página, que si amantes, separaciones, divorcios y nuevas relaciones, que si ella me dijo, que si él me dijo, que si hace, que si la casa.

—¡Vaya! —exclama al encontrarse una bisagra al fondo de la estantería. Es curiosa la memoria, el cerebro la escupe de forma inesperada, así Isolda recuerda que al mudarse dejó pequeños goznes en huecos aleatorios de las repisas, para tener presente el movimiento de las puertas y ventanas «cuando una puerta se cierra, se abren muchas ventanas».

 Es curiosa la memoria, el cerebro la escupe de forma inesperada, así Isolda recuerda que al mudarse dejó pequeños goznes en huecos aleatorios de las repisas, para tener presente el movimiento de las puertas y ventanas «cuando una puerta se cierra...

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Es evidente que cada papel tiene su tinta, en este caso es una proporción mayor de nogalina mezclada con agua de lluvia filtrada. En la ficha consta el tipo de plumín, en este caso es de seis décimas de milímetro. Mira hacia la ventana, la luz del sol brilla sobre las plantas, las piedras blancas y la esperanza. Escribe en la hoja de muestra y comprueba que la mano se desliza con suavidad y los caracteres son más grandes de lo acostumbrado.

«Querido desconocido,

Esto me permite gozar de la libertad que da escribir en una hoja que jamás será leída. Tengo que decirte que tu mirada contiene una tristeza tan profunda y desconocida para mí que me conmovió. Las sombras nos acompañan y son proporcionales a nuestra luz.

En realidad, tengo miedo de mi propia luz, a veces no sé qué hacer con ella, soy consciente que impacto, es inevitable. Creo que algo se trazó entre los dos, quizás sean elucubraciones de una mujer que se considera con el derecho a ser libre, a pensar y hacer lo que le da la gana, como hacen los hombres, pero como mujer, ser libres nos condena a la soledad en el camino de la vida, nuestras decisiones son tan radicales que no se comprenden.

Al rozar tu piel la reconocí de otros tiempos, como si en otra vida tú y yo hubiésemos estado juntos, me he visto en un acantilado y desde un antiguo puesto de vigilancia, esperaba a que regresaras y nunca regresaste, estas visiones me han atormentado estos días, apareces en mis sueños y estás irremediablemente en mi piel.

Las Cenizas de TristánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora