Poco a poco Sir Timoteo se adapta a la comida sólida, crece y, con más cuerpo, esa bola negra salta y sube por las estanterías más accesibles, incluso se esconde para cazar los pies de Tristán que tropieza entre risas— estás creciendo rápido, peluchito.
Echa de menos la sonrisa de Nada, se afeita pensando en ella, su niña tiene la piel tan delicada que se llena de rozaduras desagradables al instante. La necesidad visceral de que Nada no sufra roza la locura y esta obsesión aumenta de nivel con cada visita a la residencia.
—Pareces salido de un matadero —critica Tina y añade— no es necesario que te rasures tanto.
—Quiero achucharla con tranquilidad. —Tina evita cruzar la mirada con su hijo.
Prepara el café risueño, la niebla contiene más belleza de lo normal, se queda embobado mirando los dibujos sutiles que puede distinguir entre las motas de humedad, pronto viene una paleta de colores a su mente. Cierra los ojos y en su cerebro los mezcla, aparece la imagen de un fresco de dos metros y medio de ancho por unos cinco metros de largo, incapaz de distinguir las formas, Tristán tiene la certeza que los recuerdos están a un chasquido de distancia. Una voz de fondo lo saca de su mundo.
—Tristán...Tristán... Hijo ¿estás bien?
—Sí, sí.
—Parecías ausente.
—No pasa nada —afirma su hijo que fija la mirada en los ojos de Tina que no ha reaccionado como siempre y, sorprendido, su madre sonríe, le atusa el pelo— hoy es un día especial.
Hay momentos que forman parte de la paleta del pasado, son como colores primarios que configuran el presente. Entre esas ausencias Tristán se pierde.
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Las Cenizas de Tristán
RomanceNada es lo que parece, Tristán tiene ideas suicidas, aunque quiere vivir y no sabe cómo hacerlo. En su camino se cruzará una gran mentira que lo destrozará y otra mentira lo conducirá al amor. Su obsesión es una escritora misteriosa, llamada Isolda...