EPILOGO - Siempre fuiste tú.

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Las cosas cambiaron para bien luego de que Eunha y Sowon confesaran sus sentimientos. Ahora Sowon era más abierta con los demás y se había hecho lugar en el círculo de amigas de su —ahora— novia. Al grupo se unieron más pronto que tarde SinB y Yerin; quienes se sintieron magnetizadas por las risas y la buena vibra que se percibía cerca de la mesa que compartían las dos parejas en la cafetería durante los descansos.

Aunque al inicio a todos les escandalizó el noviazgo oficial de ambas, pronto se acostumbraron a verlas ser muy melosas entre ellas, y terminaron convirtiéndose en la pareja más adorable de toda la institución.

Ahora se encontraban tomando sol en una de las bancas de la plaza, como siempre solían hacer luego de salir de clases. La pelirosa se encontraba descansando su cabeza en el regazo de la mayor, mientras la alta se dedicaba a repartir dóciles caricias en su cabello, como a la menor tanto le gustaba. Y de vez en cuando, Sowon se daba el lujo de robarle fugaces besos aprovechando su distracción.

—Soy tu primer beso, ¿no es así? —preguntó la pelirosa en tono juguetón.

—No. En realidad, mi primer beso fue con Yerin —confesó entre risas nerviosas.

—¡¿Cómo que con ella?! —la pelirosa se levantó de golpe, enfrentándola.

—Nos dio curiosidad... —Sowon rio un poco— además tú te tardaste en aparecer.

—¡¿Y por qué no me esperaste?!

—Tú nunca me esperaste a mí, así que estamos a mano. Aparte, por lo menos tú no eras la que veía al amor de su vida besando otros sapos.

Sowon se quejó en pucheros y Eunha sintió la urgencia de arreglar eso.

—Espérame aquí, ¿sí?

La menor no esperó respuesta y salió disparada hacia una pequeña tienda de golosinas. Fue a comprar algo que les gustaba y que sabía que era especial para ambas. Venía de regreso muy contenta para reencontrarse con Sowon, cuando de pronto chocó con una anciana.

—Oh, disculpe.

Se inclinó en disculpas. Pero tan pronto como quiso levantar la vista, la anciana le pegó con su bastón en la cabeza.

—Mocosa boba, no tenías que preocuparte tanto, no ibas a cambiar el curso de las cosas. La historia no puede cambiarse. Si viajas al pasado, lo que ocurrirá después de eso conllevará a tu propio viaje, el cual ya tuvo lugar, y no puede cambiarse ¡Todo es una broma absurda del destino!

—¿C-cómo...?

—Estaba tomando una siesta en ese tonto árbol mientras esos pequeños diablillos que la otra acomplejada quiere demasiado correteaban por allí, ¡y sorpresa! Terminé aquí ¡Y adivina qué! No hay árbol. Esa falla de seguro me mandó aquí para plantar el árbol, porque sin ese árbol más personas pueden caer en su juego, y no quiero que eso pase. Así que plantaré este árbol que acabo de comprar para cubrir la falla y regresaré. Ya sé cómo funciona esta payasada...

Eunha se quedó observando a aquella anciana cascarrabias con una mueca de confusión. Lo que decía no tenía sentido, seguro era alguna ancianita pasada de medicamentos que se escapó del asilo. Así que hizo amague de irse, pero la anciana continuó hablándole.

—¡Mocosa irresponsable! Por eso no recuerdo quién plantó un árbol aquí. ¡Nunca presté atención por andar de babosa!

—Está bien, lo que usted diga señora. Con permiso, debo volver con mi Sowon —avisó inclinándose nuevamente y alejándose a toda prisa.

—Y otra cosa, mocosa. Por nada del mundo vayas a comprar esa camiseta con estampado de vaquitas que tiene escrito "Muuuévelo". Me lo agradecerás.

—¿Eh? ¡¿Cómo sabe que compré esa camiseta?!

—¡Lo ves! ¡Aunque lo intenté no pude impedirlo! Las cosas pasarán como tienen que pasar.

La anciana cascarrabias le dio la espalda y siguió arrojando tierra al sauce ya bastante crecido dentro del pozo que ya había cavado para éste. Eunha la ignoró y volteó a buscar a Sowon, sin percatarse de que, en ese momento, dicha ancianita desapareció dejando atrás un letrero con una advertencia a medio escribir.

Sowon aún se encontraba sentada en la banca, disfrutando del agradable clima, cuando la pelirosa saltó sobre ella, abrazándola de manera juguetona.

—¿Qué te traes entre manos? —preguntó divertida por su arrebato.

Eunha se sentó correctamente al lado suyo y le dio un caramelo rojo.

—Mastícalo.

Sowon acató su orden, y entonces, sin previo aviso, Eunha juntó sus bocas de forma abrupta. La besó profundamente y por un largo rato. Cuando se apartó, Sowon se veía algo mareada aún. Eunha sonrió.

—Hacemos púrpura.

La pelirosa le enseñó el envoltorio del caramelo azul y sonrió, enseñándole sus dientes teñidos de púrpura. Sowon le miró con una expresión entremezclada de diversión y extrañez. Recordaba esos caramelos, eran sus favoritos de niña y se habían convertido en algo preciado al traerle recuerdos de la pelirosa en su momento.

—Esto es tan...

—¿Raro? A ti te gusta lo raro.

—Iba a decir asqueroso.

Ambas rieron y volvieron a besarse.

Algo misterioso inició su reunión. Sowon estaba feliz de tener a la pelirosa en su vida. Eunha reescribió en su futuro, y se convirtió en su lugar seguro, ese donde no hay ninguna lágrima. La despojó de su soledad y le ayudó a derribar los muros que construyó alrededor de su corazón.

Siempre fue la luz entre tanta oscuridad y ahora la tenía alumbrando cada esquina de su ser. Se sentía dichosa de tener un amor tan grande y sabía que mientras estuvieran juntas cada momento sería atesorado por la eternidad.

—¿Sabes? Hubiera sido más fácil para mí darte una oportunidad si no te hubieras comportado tan extraña a la hora de conquistarme.

—¿De qué hablas?

—Me refiero a todo eso del pasto, los caramelos y las canciones de anime. Tienes que admitir que era bastante extraño.

Sowon rio.

—Pero Bunny, todas esas tácticas de conquista me las enseñaste tú.


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F I N
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El tiempo en que te conocí (Wonha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora