Aburrimiento y un amigo 2

212 38 1
                                    

—Con que esos son tus verdaderos colores, ¡Lo sabía! Solo eres una plebeya inculta de lengua sucia.

—Por supuesto que voy a hablar mal si un niño me trata de esa forma sin razón.

—¿Sin razón? ¿Quién te crees que eres plebeya? Mi padre te acogió por lastima y no dudo que pronto se arrepienta de haberlo hecho.

Las cosas estaban yendo demasiado lejos, ni siquiera estaba tan molesto para empezar, pero algo en ese chico me estaba motivando a seguir discutiendo.

—¿A si, y según tú por qué se arrepentiría?

—Solo basta oírte. Puedes ser todo lo linda que quieras, pero sigues actuando como cualquier otro plebeyo, brutos que no merecen pisar la misma tierra que nosotros los nobles poseemos.

Me molesta. No puedo aguantar a alguien que ve a los demás hacia abajo. Como alguien que vivió una vida tranquila y aburrida, entiendo lo que es ser visto hacia abajo y en parte lo comprendo, pero no por ello dejare que un mocoso tonto lo haga conmigo. Ahora no es solo mi vida, es nuestra.

Solté una carcajada.

—¿Qué es tan gracioso?

—No es nada hermano mío. Solo que me subestima por completo, piensas mucho de mí y de los plebeyos cuando de seguro no has hablado con uno en verdad.

—No me equivoco. Lo que digo es lo que es. —¿De quiénes serían sus palabras? Un niño dudo que hable de tal forma y tampoco creo que personas tan amables como los Wincunteer le inculcasen tales pensamientos.

Da igual. Como un adulto mi papel ahora es enderezar esas ideas de la única forma en la que entiende un niño: Con hechos.

—Te equivocas y puedo demostrártelo.

—¿Cómo?

—Volvamos al inicio entonces —dije —. ¿Qué estás haciendo hermano mayor?

Los ojos del chico dudaron, giraron de lado a lado como si lo que tenía que hacer estuviese escrito por algún lado. Detuvo su búsqueda y sus ojos fueron a las hormigas.

—Veo insectos.

—Oh vaya. Yo sé mucho de bichos.

—Puf — bufo —. ¿Qué vas a saber tú? —Con el dedo índice silencie sus palabras.

¿Qué es lo que yo sé? Bueno yo tengo los conocimientos de un gran número de documentales de otro mundo. Sé mucho más de lo que cualquier niño tonto podría. Je, observa los arrolladores conocimientos de mi mundo.

Una amplia sonrisa se enmarco en mi cara. Querer hacerme el listo ante un niño nunca se sintió tan bien.

—Mucho escepticismo. Vamos, pregúntame lo que quieras.

—En ese caso. —Él se calló un momento—. Si estas tan segura entonces, hagamos una apuesta...

—Acepto —dije al instante.

—Eh... pero aun no he dicho las consecuencias.

—No importa es obvio que voy a ganar.

Nolan apretó el puño y su mirada se afilo en determinación.

—¡Haré que te tragues tus palabras, plebeya!

—Una cosa. Cuando gane haré un requerimiento, ¿quieres escucharlo ya?

—No, no es necesario. Es obvio que yo voy a ganar así que ni te molestes.

Muy buen iniciemos.

—¿Cómo se llama ese insecto? —Con toda la fe del mundo, como si hubiese hecho una gran pregunta señalo el hormiguero y con ello a todas las hormigas que marchaban. ¿Qué era eso? Un chiste. Se estaba burlando de mí otra vez —, ¿con qué no lo sabes? Como era de esperar de una plebeya.

Reencarne en una esclavaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora