Un reencarnado y... ¿Boda? 1

293 32 1
                                    

—Si... soy yo.

Una sonrisa torcida se plantó en sus labios. No había necesidad de ser un genio para saber que ese niño tenía algo mal, un aura extraña le seguía, tanto así que solo con aparecer fue capaz de tomar el control del ambiente. Los pensamientos respecto a la guerra y la actitud despreocupada de Nolan se terminó.

Me sentí tenso, por primera vez desde que llegué al valle sentí algo de peligro. Algo que se suponía no debería estar allí.

—Eso veo, los rumores eran ciertos. ¿Tú eres como yo? —Un sentimiento fantasma hizo temblar mi columna. La calidez del mundo que perdí... no, más bien, la extrañeza de otro mundo. Alguien igual a mí.

—Oye, espera—dijo Nolan —. ¿Quién se supone que eres? Esto es propiedad privada, no cualquier hijo de pueblerino puede pasearse por aquí como si nada. —Y ante lo raro de este encuentro mi hermano adoptivo solo pudo ponerse a la defensiva.

Su cuerpo estaba preparado, su espada de madera que más parecía un juguete que otra apuntaba hacia el desconocido que nos miraba desde lo alto. A aquel niño de ojos dorados no le importaron sus palabras ni la agresividad que reflejaba su lenguaje corporal.

Su mirada no se había apartado de mí desde el primer momento. Sus intenciones estaban enfocadas en mí, ¿pero que podría querer? ¿Qué hice yo para llamar la atención de alguien?

Oh. Grite mi absurdo sueño infantil a los cielos. Si, hice algo estúpido y alguien raro apareció ante mí.

—Ven entonces conmigo, niña de ojos dorados. Hay mucho de lo que tenemos que hablar.

—¿Quién te crees que eres? — bufo Nolan —. No estás en posición de pedirle nada. —Girándose a verme dijo: —, no te preocupes. Llamare a los guardias para que lo saquen de aquí.

Me agarro de la muñeca e intento llevarme con él. Pero no, yo llame la atención de este sujeto, de alguien como yo.

—No es necesario que hagas nada. —Nolan levanto una ceja.

—Eh... ¿Qué dices? Es sospechoso, ese sujeto parece peligroso. —Y por eso mismo no tenía que hacer nada.

—Solo le mostrare la salida. No hay que hacer un escándalo por esto. —Antes de que dijese algo agregue: —, molestar al señor Wincunteer porque un plebeyo nos asustó no sería adecuado.

Hizo silencio y me dejo avanzar hacia el chico de ojos dorados. Esto era lo correcto.

—Los niños no deben meterse en el camino de los adultos —susurro ese chico —, bien hecho.

Una tétrica sensación enfrió mi sangre. Sin dudas un niño con mente de hombre es algo aterrador.

Comenzamos entonces a caminar en dirección contraria a mi hermano adoptivo, con paso lento y contando los segundos, nos alejamos para que ninguna otra persona aparte de nosotros pudiese escucharnos. Cuando eso estuvo hecho él se permitió hablar:

—Ya que decidiste acompañarme asumo que eres igual que yo, ¿o me equivoco? —Me quede en silencio —. Ja, mira tú lo rápido que encontré a otro reencarnado. Creí que era algo más difícil obtener un milagro. —Antes que nada, hay algo que quiero saber.

—¿Quién eres tú?

—¿Tú también? ¿Vas a repetir la tonta pregunta de ese niño? —Asentí —. Pues bien, soy un reencarnado que conservo sus recuerdos, ¿y tú?

—Yo igual, pero...

—Allí lo tienes, ¿esa es la respuesta que buscabas? Hay miles de cosas de las que podemos hablar y entre las pocas cosas en las que no podemos decir mucho esta esa pregunta. No somos nadie, niña de ojos dorados

—No preguntaba algo tan complejo, solo es que... ya que nos acabamos de conocer. ¿No deberíamos comenzar por nuestros nombres? —Él estallo de risa.

—¿Enserio? Jaja. ¿Y eso que demonios importa? Tenemos dos nombres llegado a este punto, ¿qué más da presentarse?

—Tú ya conoces mi nombre, yo debería conocer el tuyo. Ya sabes, para recordarte.

Él siguió riendo y yo me sentí como un estúpido. ¿Sentí miedo de este sujeto? Puede que fueran las risas o el hecho de que lo primero que se me ocurrió fue preguntarle su nombre, pero ahora, estaba algo más calmado. Sin embargo, algo era cierto.

Él no es de aquí y yo tampoco.

—Muy bien, muy bien, tu ganas, mi nombre actual es Alzer. Uno muy adecuado para lo que es este mundo, ¿no lo crees?

—¿Y tu apellido?

—No todos reencarnamos en una familia noble señorita Wincunteer. Algunos aparecimos en lo bajo.

—¿Algunos? ¿Conoces a otros reencarnados?

—Es un decir, digo, sabiendo que la leyenda de los ojos dorados es cierta, no dudo que haya uno o dos en mi posición. Miserables sin un lugar donde caer muertos.

Es más común de lo que debería nacer sin nada.

—Preferiría que no hubiese nadie en esa situación. —Él desvió la mirada, supongo que está de acuerdo conmigo —, a todo esto, ¿de qué leyenda hablas? Desde que reencarne no he escuchado nada sobre "ojos dorados".

—Jum, la leyenda de los ojos dorados es bastante popular, ¿enserio no has escuchado nada de la leyenda?

—No, ya te digo yo que si hubiese escuchado algo sobre reencarnados no lo hubiese dejado pasar.

—Y yo que creía que era como papá Noel en mi mundo. —Hizo una pausa —. Pues bien, la leyenda como ya pudiste imaginar habla de nosotros, de personas con gran intelecto y poder. No es algo reciente, más bien parece algo que se pasó de boca a boca, un evento pasado que ocurrió varias veces y como puedes notar, ha ocurrido otra vez.

—¿Entonces en este mundo esto es normal?

—Normal no creo que sea la palabra. Yo lo llamaría habitual.

Un silencio se arraigó entre ambos.

Si eso era cierto, ¿entonces lo que grite hace rato es imposible? Creí que podría cambiar el mundo por conocer un poco más, algo idealista, he de decir, algo que hacía ver a los habitantes de este mundo como menos, pero que veía posible. Si hay más reencarnados en este mundo entonces yo soy uno más. Una persona común.

Por primera vez eso me hizo sentir mal.

Reencarne en una esclavaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora