El hijo bastardo reencarno

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Cuando recobre la vida lo primero en lo que pensé fue en lo que deje atrás, yo debería estar muerto, me despedí de mis posesiones y deje todo lo que hice en manos de alguien más. Acepte la muerte de mala gana y roge por volver a abrir los ojos alguna vez.

Mi deseo se cumplió.

Yo viví en la grandeza y la fortuna y, a pesar de ello se me dio el regalo de reencarnar en otro mundo conservando lo que fui: Mi nombre y conocimientos. Alabado sea yo, parece que al final si estoy bendecido con la fortuna, soy alguien especial que vino aquí con un propósito, uno que no tarde mucho en encontrar.

Lo que se espera de mí es lo común: Aprender sobre el reino, no cagarla haciendo una estupidez y sobre todo no interactuar con el verdadero heredero al trono, el primer hijo del rey. Soy un bastardo hijo de quien sabe quién, por supuesto que no hay expectativas para mí, ni compromisos. Mientras siga siendo hijo del rey puedo vivir con todas las comodidades del mundo. La plebe y los nobles a su vez tampoco tienen muchas expectativas de un nuevo rey, tampoco son realistas al respecto, mientras su vida no se vea afectada y la rueda siga girando poco les importa lo que su regente pueda hacer, sus gustos y lo maniático que pueda actuar no causara una revuelta o una queja, mientras el rey no se vuelva totalmente loco y triplique los impuestos o les quite tierras a los nobles, nadie hará nada, el rey debe actuar como se espera de él, sentado en su trono dándole la cara al reino, resolviendo las peleas internas de la nobleza y perpetuando la sangre real, solo con eso es suficiente para que todos canten su nombre y cumplan sus leyes.

Es muy fácil, el hijo heredero lo tendría tan sencillo. Por supuesto que no lo será ya que yo estoy aquí.

Tomare el trono que le corresponde y rechazare las joyas y la adoración para hacer algo digno de mí. Como la persona que resalto en su vida pasada que fui, ahora tengo el deber de corregir la barbarie y estupidez de esta sociedad subdesarrollada.

—¡Joven príncipe mire! He hecho galletas para usted. —Y esta era Hilda la hija de la pareja con la que estaba viviendo.

Curiosa y molesta, desde el momento en que abrí los ojos he tenido detrás a esta niña que parece fascinada con el hecho de que sea un príncipe. No respeta las clases sociales, es lo suficientemente estúpida para pensar que puede pegárseme como si nada, de ser una persona nacida aquí le daría una reprimenda y le sacaría de la habitación. Pero esa actitud de bárbaro no pega con mi sentido de la ética moderno.

Una lástima tener que aguantarle.

—Vamos, me tomo mucho prepararlas, abre la boca. ¿Puedes? —Mi silencio no era suficiente para ella, ya con los cuatro días que llevaba viviendo como el príncipe, sabía que seguiría insistiendo hasta que aceptase.

No tuve más opción que abrir la boca y comer su galleta. Mis entrañas se revolvieron, o más bien mis dientes fueron los que lo se deformaron. Dura e insípida.

—¿Qué tal quedo? Pasé toda la mañana intentando y solo pude hacer esa. —El descubrimiento del día fue que ella tenía pocas habilidades en la cocina o que mi sentido del gusto seguía sin adecuarse a este mundo.

—Fue un gran plato, te luciste. —Sus ojos se iluminaron en dicha. Tan sencilla era que no pudo ver mi claro desagrado, aunque, esto es lo mejor para mí, mejor tener amigos con falsa amabilidad que posibles enemigos bajo tu propia casa.

—¿Enserio? —Asentí con la cabeza —, y eso pensé que habían sido un desastre, puede que no lo hayas notado, pero le di un pequeño mordisco a tu galleta y estaba horrible. —¿Le dio un mordisco? —, eso me deja más tranquila. Y no te preocupes mañana sin falta preparare más.

—No es necesario que te tomes las molestias.

—No, no serán ningunas molestias, las haré con todo el gusto —Un resoplido salió de mis labios, este era el precio de mi falsa amabilidad.

La situación actual es la siguiente:

Puede que quiera derrocar al príncipe heredero y gobernar estas tierras, pero sigo siendo un bastardo, el quinto hijo nada más ni nada menos. Soy tan irrelevante que la familia real me saco del palacio y me envió con dos plebeyos para hacer de mis padres mientras crezco. Hilda es la hija de estos plebeyos. Ese es uno de mis problemas, por suerte no soy por completo un fantasma en el castillo y mi "padre" sigo cumpliendo su obligación enviándome libros y bolsas de oro bajo la mesa a mis "padres", mi futuro está asegurado y debido a que se conoce que soy hijo del rey podré regresar al palacio cuando sea el momento, sin embargo, aquí es cuando entra el segundo problema: tengo diez años. Entre en este cuerpo cuando este ya tenía diez años, y aunque gracias a eso me pude saltar el ser un infante, sigo estando muy lejos de mis ambiciones más básicas por eso.

Incluso Hilda es mayor que yo.

Por el momento esto es lo que me toca, aguantar esta vida con una hermana molesta y padres que siguen trabajando en las tierras de un noble para mantener las apariencias.

En esta etapa de mi vida donde poco puedo hacer mi única obligación es aprender de estas tierras.

Dando un ejemplo rápido aprendí que existen personas como yo, o más bien que existieron en algún momento. Ojos dorados y pelo blanco, hay una leyenda que es muchas veces nombrado en los libros que el rey me cedió: "Los hijos de las estrellas", seres extraordinarios que cambian el mundo y que están por encima de todos, para lo que a mí concierne el trasfondo religioso o los grandes poderes que se les atribuyen solo son malinterpretaciones y exageraciones, esos llamados hijos de las estrellas son sin dudas personas de otros mundos como yo, ¿y cómo sé esto? Bueno, por su rasgo distintivo, los antinaturales ojos dorados.

Poco importa mi ambición y mis conocimientos de haber otros con las mismas condiciones, de encontrarnos el conflicto será inevitable, uno igualado para decidir quién cambiará el mundo. Que emocionante es pensar en eso.

—Por cierto, príncipe. —dijo Hilda —, ¿Sabías que tu padre murió ayer?

Su tono de voz le dio tan poca importancia que pareció un chiste, pero a la falta de risas y con un ambiente que se congelo en sus palabras mi realidad se vio sacudida. ¿Acaso llegue tarde?

Reencarne en una esclavaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora