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Ya había pasado un tiempo. Un tiempo de 15 minutos en el que Izuku aún estaba nadando. Un tiempo en el que Katsuki se hubiera impacientado si no tuviera nada que hacer. 

Por fortuna, sí tenía algo que hacer. O mejor dicho, algo en lo que centrar su atención.

Luego de descubrir que la cría, su cría —porque ahora era suya—, lo escuchaba y entendía (un poco), se entretuvo hablándole y sintiendo emoción cada que el huevo se sacudía. Era algo tierno de ver. Sus ojos no se despegaban del huevo, al igual que su mano derecha acariciando el cascarón, muy probablemente esa faceta del cenizo solo pudieran verla dos personas: su pecoso y su cría.

Para no morir del calor por la temperatura a la que había puesto su cuerpo, sorbía la raspadilla y de vez en cuando mordía un trozo de hielo.

Izuku regresó después de otros 15 minutos, logrando que la mirada de Katsuki se despegue de Perri para pasar al peliverde todo feliz por su experiencia recién vivida.

—¡Kacchan, fue increíble! Habían focas, peces ¡Muchos peces! y- y... ¡Belugas, belugas Kacchan! las toqué y jugué con ellas

—Ah, ¿sí?

—¡Hay muchos animales por el otro lado de la isla! Mira, unos pescadores me regalaron un poco de lo que consiguieron —enseñó los 5 pescados de buen tamaño que estaban en una red sostenida por él.

—Tú... ¿Qué tan lejos has ido, ah?

Izuku enrojeció como un niño pequeño que había hecho una travesura.

—Ce-cerca

—Uhm, sí, te creo —respondió rodando los ojos.— Como sea, ¿Te vas a cambiar?

—Ah, sí —dijo aliviado y entró a la alacena de la escalera.

Dieron una vuelta por el pueblo, luego regresaron al bosque. Izuku subió a un árbol a ver si encontraba a las hadas, pero lo único con lo que se topó fue con un búho blanco que le aleteó en la cara, ocasionando que caiga. Por suerte la nieve ablandó su caída.

Siguieron explorando el bosque, no encontrando mucho, hasta que llegaron a un lago congelado. Parecía que hacía mucho que no estaba en su estado líquido. Izuku tuvo una idea divertida. Así pues, decidido, llevó a Katsuki de la mano hacia el lago.

—Hey, ¿Qué haces?, te vas a caer

El peliverde solo le dirigió una sonrisa y lo siguió llevando. Cuando la suela de sus botas tocó el hielo redujo la velocidad, todo lo contrario a Katsuki, que por estar preguntándose qué demonios pretendía el pecoso no tuvo cuidado y resbaló. Automáticamente se aferró a Deku, que ni se inmutó, ni siquiera se desestabilizó, permaneció firmemente parado y sonriente.

—¡Carajo! 

Deku solo rió levemente para no perder el equilibrio.

—Debes ir despacio y a pasos pequeños —dijo despegándose al cenizo que se aferraba a él como garrapata.

—En primer lugar, ¡¿Por qué estamos cruzando por el hielo?! —preguntó alterado negándose a separarse de Deku.— ¡Esta mierda se va a quebrar a la mitad!

—No lo hará, es muy frío aquí como para que pase eso y tampoco estamos muy cerca del mar. Tranquilo, ya verás cómo le agarras el truco, yo aprendí por el camino a la escuela de pequeño —Izuku le seguía sonriendo seguro y eso permitió que se calme un poco.— Crucemos por aquí ¡Será divertido!

Katsuki no veía cómo eso podría resultar divertido, pero sentía que si decidía rodear el lago, el otro se quedaría. No pensaba dejarlo solo, podrá tener toda la experiencia que dice tener, pero debía estar ahí por si se cae, aun si el menos estable era él.

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