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hacía tanto frío que era difícil quedarse quieto demasiado tiempo en la calle.

pese a ser ya noviembre, la nieve estaba resistiéndose a caer todavía, dejando un cielo encapotado de gris casi siempre.
Yoongi no se quejaba, pero hacía que la estancia en Jeju fuera más difícil.

había salido directamente del consultorio al aeropuerto, terminando en un hotel a la madrugada pero no había podido dormir en absoluto. su mente se sentía demasiado cargada y era difícil para él no mirar hacia la puerta cada tres minutos, así que finalmente había tomado un café y se había rendido a hacer tiempo hasta que fuera la hora.

había ido hacia la penitenciaria, siendo uno más en presenciar la ejecución de Choi Yeonjun. no quería pensar cuando fue la última vez que algo así se mereció, no podía aunque quería. su energía estaba concentrada en mirar fijamente al joven y tratar de enfrentarlo para sí mismo y así dejar de temerle.

era difícil verlo como un niño cuando había intentado matarlo.

las cadenas resonaban a cada paso, se sentía como un gigante que hacía temblar la tierra causando temor a cada segundo, pero lo que encontrabas al cruzar la puerta no era un monstruo de seis metros con aspecto aterrador, sino un muchacho de casi dieciocho años que se veía cansado y resignado.

todos en la sala se pusieron de pie; oficiales, gente de la prensa, los padres de Yeonjun y un par de morbosos se encontraban entre ellos.

yoongi pensó que se perdía en el público, pero se paralizó por completo cuando su mirada se cruzó con la del asesino; sólo entonces esa expresión vacía cambió, y comenzó a reír.

ni siquiera hubo necesidad de palabras.
ambos no dejaron de mirarse a los ojos mientras Yeonjun era preparado para la inyección letal.

para muchos era injusto una muerte como esa para un despiadado asesino pero era lo que el Estado había considerado correcto, así que ahí estaban.

la primera inyección fue dada, pero incluso así, Yeonjun no dejó de verlo.

"mírame" es lo que parecía decirle " mírame y ve cómo terminé por tu culpa" yoongi sintió escalofríos mientras el cuerpo del asesino cedía lentamente. era tortuoso, porque no cerro los ojos en ningún momento, y no miro a otro sitio más que a él. como si quisiera que guardase su imagen siempre, como si le hubiese decidido que no bastaba con haberse metido con su vida, también se metería en su cabeza porque ni siquiera podía apartar la mirada del cadáver.

el doctor intentó no cerrar los ojos, no perderse un detalle. estuvo ahí, hasta que a las 09:56 Choi Yeonjun fue declarado muerto oficialmente.

hubo llanto, vítores y suspiros.
pero Min yoongi ya no sabía cómo sentir alivio.

estaba nevando cuando salió de la Penitenciaría. jadeo por el frío y se abrazó a sí mismo, mirando el vaho desaparecer frente a su cara cuando exhalo el aliento.
la mirada intensa de Yeonjun apareció en su mente una vez más, haciéndolo temblar.

uno siempre diría que las cosas podrían mejorar, y eso era cierto. pero más cierto era que las cosas siempre empeoraban. Jimin lo sabía, pero jamás pudo comprobarlo con tanta seguridad como en el instante en el que vió a Yoongi entrar al departamento, a plena mañana. aquella imagen no sería extraña en absoluto de no ser porque su amigo no había llegado a dormir la noche anterio; tenía el cabello esponjado y despeinado, y pese a que se veía limpio, las ojeras estaban ahí.

el abogado no necesitaba ser un genio para saber qué es lo que había estado haciendo aquella noche, o también las noches anteriores en que se había ausentado. el colmo era que, en ocasiones, cuando se levantaba para trabajar, siempre veía hombres diferentes marchándose de su hogar después de salir del cuarto de Min, pero la escena no se repetia tanto como para poder quejarse como quisiera, ni siquiera podía intentar razonar con su amigo porque de inmediato tenía evasivas y, dos de cada cinco intentos, terminaban en peleas.

h a p p i e r (JinSu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora