Jaulita de Oro

Capítulo 2

Les tomó un año encontrar una solución para las consecuencias que les trajo el torneo.

Un año completo, donde cada uno de los panteones de diferentes culturas centraron sus fuerzas para recuperar aquellas figuras de autoridad que eran el máximo símbolo de fuerza. Se pudo haber aprovechado este tiempo para atacarse entre ellos, tomar el poder que le habían robado a otros, o simplemente ganar prestigio.

Pero cuando te falta tu líder, como en el caso de Zeus, uno de tus guerreros más poderosos no existe para cuidarte las espaldas, como es el hijo de Odín, Thor, o simplemente te hace falta un amigo que funciona cual protector, así como era Shiva, no te interesan esas cosas. Los dioses principales tenían que regresar.

Era parecido a la guerra fría, llena de amenazas vacías por si se pensaba atacar, pero siendo una carrera para encontrar una salida de esa situación. El mundo humano no volvió a ser el mismo, reconstruyendo sociedades para poder seguir adelante, remediando los errores que cometieron a lo largo de su historia.

Durante este tiempo, en el Valhala, las valquirias se dieron a la tarea de volver a conseguir el objetivo primero, para tenerlo a su favor y le diera poder a su conveniencia, salvaguardando a los peleadores. Ya habían perdido el torneo, y no se podían fiar de que se les olvidara el tema a los dioses, entonces, tenían que hacer todo a su alcance para que los consideraran merecedores de una segunda oportunidad, y que mejor que regresarlos a la vida.

Les deberían un enorme favor.

De este modo, las Valquirias habían encontrado un valle olvidado por el tiempo, que conservaba una cueva dentro de una montaña marchita, donde la laguna que habitaba ahí, tenía las aguas más transparentes cual cristal pulido. Junto con una inscripción tan antigua escrita en piedra, rebosante de moho, y con una lengua perdida, pero extrañamente, sin ser lenguaje divino, sino que fue escrito por manos mortales, por lo tanto, solo un hombre la pudo leer; Adán.

Pudo rescatar esta traducción; Podrían traer a sus caídos de vuelta, pero tenían que sumergir hasta que tocara el fondo del agua el último objeto, o individuo que, habían tocado en su vida mortal. De esta forma, regresarían las personas que perdieron, en el mismo punto en que murieron, No era un reinicio, sino una resurrección, con el cuerpo curado y la mente clara.

Lo ideal sería traer el cuerpo, pero solo podían fiarse de que funcionaria únicamente con el objeto. No les quedaba de otra.

Adán también tradujo el hecho de que, mientras más daño la persona al momento de morir, junto con su resistencia o fuerza vital, es decir, que tan fuerte era su cuerpo o espíritu, sería el tiempo que tardaría en despertar de su letargo que generaba el regresar de la muerte.

Cuando se dio a conocer la noticia, todo el cielo dio un grito de victoria y alegría. Tomarían la oportunidad sin importar el costo. Ignorando que las reglas resultaran muy ambiguas.

El primero en intentarlo fue Lubu, armado con su lanza divina, el último objeto que tocó Thor, en presencia únicamente de Odín y Brunhilde, por si esto no funcionaba. Sumergió el objeto hasta tocar fondo, pasados unos momentos de quietud, de entre la tierra húmeda brotó una niebla blanca cual volcán en erupción, cada vez que subía a la superficie tomaba la forma de una persona, finalmente saliendo el berserker del trueno de las aguas, tocando finalmente el aire del exterior, escurriendo una sustancia blanca parecida a la leche, que al caer de nuevo al agua se volvía transparente, regresando a ser parte del lago.

Se paró en todo su esplendor, el agua le llegaba a la cintura, desorientado pero vivo.

El dios Odín saltó sin pudor alguno al agua para abrazar a su hijo. Había pasado un año desde que contempló sus ojos, sentir su cabello y oler su aroma. No sabía que alguna vez lo pudiera perder, y cuando lo recuperó, su vida volvió a tener sentido. Importaba muy poco si la Valquiria lo estaba viendo, que se estuviera mojando o que Thor luciera muy confundido, además de estar completamente desnudo.