Jaulita de Oro

Capítulo 5

Estaban sentados frente a frente en la cama. Jack seguía portando ese ridículo traje en su opinión, porque no había pensado en otra cosa que no fuera en la tan ansiada promesa que le hicieron.

Hércules se sentó cruzado de piernas frente a él. Estaba tranquilo, cuando dijo que le iba a mostrar el color del miedo, no inventaba nada.

Conocía muy bien el miedo, como guerrero, al hacer los trabajos, pelear contra monstruos, los propios dioses, nada nuevo. Pero uno de los más fuertes que ha sentido, fue cuando creyó que perdió a su pequeño humano.

No sabía de donde había nacido ese sentimiento que se aferraba a su corazón, pero sentía que latía al ver ese rostro expectante devolverle la mirada, con una sonrisa dentada de oreja a oreja, esperando como un cachorro su premio.

Solo sabía que tenía que complacerlo, atenderlo y compensarlo por todo lo que había pasado en su vida. No le dijo nada, pero se notaba en sus ojos. Las profundas marcas oscuras debajo de sus cuencas indicaban noches y noches de profundo insomnio, y eso no se provoca porque sí. Su abdomen hundido y con falta de grasa, junto con un estado casi minúsculo de musculatura en sus brazos, sumado a los hombros poco anchos le gritaban una alimentación deficiente, una precaria dieta, y una profunda costumbre a sentir hambre. Las piernas y caderas rechonchas, además de ser bonitas, era bastante evidente de cuál fue su uso. La huida.

Con eso en mente, se animó a complacerlo. No sabía el efecto que tendría en él, y aunque lo hubiera conocido, lo habría hecho igual.

Se sumergió en sus pensamientos, y sacó a relucir los que había estado teniendo estos meses, guardado bajo llave en su subconsciente. Cerrando sus ojos. Concentrándose.

Se imagino que al final de su pelea su Jack no hubiera fallecido. Cómo le habría partido la cabeza en dos. Creando una masacre con sus sesos.
Por su mente pasaban imágenes de Jack siendo torturado, azotado, cortado, mutilado y quemado. Sus gritos de dolor, las lágrimas de pena surcando por su rostro.

Nuevas ideas intrusivas entraban demasiado rápido a su cerebro, ayudándolo en su búsqueda del miedo.
Cómo el imaginarse a personas tocándolo, arrancándole sus prendas de manera agresiva, golpeándole su lindo rostro mientras lo arañaba en todo el cuerpo. Sacarle la ropa interior, y sin preparación, amor o compasión, lo penetraban.
Él era delicado, precioso y tenía que ser tratado como tal. Ese hombre solo lo estaba tomando. El peliblanco únicamente se retorcería mientras gritaba que parara. Siendo golpeado para que se callara.

Su corazón empezó a doler como nunca lo había sentido. Las náuseas se instalaron en su vientre. No podría respirar.

El ser tomado como esclavo, apresado por otros, siendo separado de su lugar seguro junto a él. Definitivamente lo estaba asustando demasiado. Su corazón latió fuertemente en su pecho. Las lágrimas hace rato que habían encontrado su rostro. Era una sensación de miedo hasta el hueso. La peor de las torturas.

Mientras tanto, Jack estaba observando fascinado el cómo ese dios le cumplió su más profundo deseo.
Era un color del miedo bastante hermoso.

Se arremolinaba con otros igual de bonitos, cómo la tristeza y desesperanza. Nunca lo había visto por tanto tiempo, definitivamente sentía que lo podría ver para siempre.
Estaba que brincaba de felicidad.

Sentía que temblaba de la emoción. Además de sentir un agradable cosquilleo en su zona baja, y su corazón zumbando en su pecho, sus extremidades temblaban de éxtasis, una emoción que conocía y lo hacía sentir más calmado. Cómo en casa.

Pero algo estaba mal, podía escucharlo en el aire. Interrumpiendo su momento con su color. Así que de mala gana tapó el regalo del cielo para saber que ocurría.
La imagen que lo recibió lo dejo perplejo.