Capítulo 15

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La cabeza me palpitaba endemoniadamente y cualquier ruido, hasta el volar de un mosquito, se me hacía insoportable. No sé si ayer nos tomamos tres o cuatro botellas de vino... Vamos, igual que siempre que hacemos una de nuestras reuniones nocturnas de cotilleo, porque hay cosas que son más fáciles de confesar cuando estás alegre.

Bajé las escaleras de mi casa con cuidado, evitando que alguna crujiera y despertara a las dos marmotas que tengo como amigas. Las dejaría dormir y aprovecharé para pasar la mañana en el gimnasio y así los chicos no se cabrearán porque haya más mujeres en él.

Decidí no desayunar y parar de camino para comprar un gran café que me devuelva a la vida.

Salí del coche ajustándome las gafas de sol y me dirigí a la cafetería. En lo que no caí fue en el ruido de las cafeteras y de las personas que se reunían a desayunar. Era como el infierno para un resacoso. Y por la cola que veía no iba a salir pronto de aquí. Después de unos largos minutos infernales me tocó pedir y aproveche para comprar tres cafés largos en vez de uno, sin duda esta mañana necesitaría mucha cafeína. Me los pusieron en una de esas bandejas de cartón de agujeros. Fui controlando que no se cayesen en el corto viaje al gimnasio, porque una vez me pasó y aunque conseguí quitar las manchas de la tapicería, el coche me olió a café por una larga eternidad.

Al entrar en El Tártaro me di cuenta de que no había nadie, claramente, si que estaba Bob. Pero era raro, siempre había uno o dos entrenadores por aquí.

-Oye, Bob - le saludé - ¿Qué demonios pasa que no hay ni una alma?

-¡Sólo sé que van a llegar todos una hora más tarde, eso han dicho los entrenadores! - dijo rápido. Había algo más y lo pensaba averiguar. Aunque no ahora mismo, porque que no hubiese nadie me venía bien para el dolor de cabeza.

-Bien - dije mientras me daba la vuelta para dirigirme a mi despacho.

Con la luz que entraba si dejaba la puerta abierta veía lo suficiente para ver la silueta de la silla y la mesa. Perfecto, una hora con tranquilidad y oscuridad. Me dirigía hacia mi asiento cuando una voz me sobresaltó e hizo que por poco no se me cayeran los cafés.

-Alexa - dijo con un tono bajo como si estuviera cabreado.

-Wade... - me quede quieta al reconocer su voz y ver como su robusta silueta salía del rincón oscuro donde no alcanzaba la luz. - Pensé que no había nadie - dije como una estúpida. Sintiéndome como si me hubiesen pillado metiéndome a escondidas en el despacho del director en vez de en el mío.

-Lo sé.

Me quedé mirando lo poco que veía de él, en medio de uno de esos silencios incómodos en los que esperas oír a un grillo o ver pasar una bola rodante del oeste.

-¿Qué quieres? - dije sin poder resistir más.

-Tenemos una conversación a medias y te he dado tiempo suficiente...

-¡¿Tiempo suficiente para qué?!- pregunte alarmada.

-Para que pienses en lo que sucedió el otro día y que me digas la verdad, el porqué de tu actitud.

-Primero, entre nosotros no sucedió nada - dije intentando que ese tema se quedase fuera, porque solo de pensar en el beso me calentaba -. Y yo no tuve un cambio de actitud. Te lo vuelvo a recordar que nosotros teníamos un trato y yo lo cumplí, punto.

-Primero - me imitó mientras se me acercaba -, no puedes decir que esos besos no son nada, porque ambos sabemos que es mentira y no creo que seas una hipócrita. Segundo - se paró a escasos centímetros de mí y me quito la bandeja de los cafés que se me había olvidado dejar en la mesa y los dejo por mí-, estábamos bien hasta que de repente te separaste y no saber el por qué no me gusta nada. Tercero, no pongas la excusa del trato, no sirve. Y por último te voy a recordar el por qué nuestros besos no son nada - dijo bajando la cabeza hacia la mía. Y yo como una estúpida no me moví. Sus labios tocaron ligeramente los míos y aun así millones de descargas recorrieron mi cuerpo - Si has sentido lo mismo que yo con un simple roce, imagínate cuando no se interponga nada entre tu cuerpo y el mío - dijo bajito. Esas palabras me mataron, era una propuesta muy irresistible. Bueno, mejor que propuesta parecía más una promesa, como si estuviera seguro de que acabaría bailando el tango horizontal con él.

Me había perdido en mis pensamientos, cuando volví a sentir sus labios, pero esta vez no con un suave roce, sino que esta vez eran exigentes. Mi cuerpo tomó iniciativa por su propia cuenta y me agarré a sus bíceps mientras que sus manos agarraron fuertemente mi cintura, e hicieron que entre nosotros no pudiera pasar ni una siempre ráfaga de aire, acercándome a él. El beso se ponía más ardiente y mi cuerpo pedía a gritos el toque sus manos. De repente me agarró, me sentó en el escritorio y se colocó entre mis piernas. Debajo de mis palmas notaba como sus músculos se movían mientras bajaba lentamente sus manos y las metía por el dobladillo de la camiseta. Eso sí que hizo que mis neuronas se revolucionaran totalmente. Sentir sus manos contra mi piel es una de las mejores sensaciones que he sentido. Nos separamos para recuperar el aliento con nuestras frentes pegadas y el ruido de nuestra forzada respiración llenando el ambiente.

-Nos quedará media hora - dijo mientras rozaba su bulto del pantalón contra mi entrepierna y empezaba a subir las manos hacia mis pechos.

Mi mente tardo en pillar lo que eso significaba. ¿Se había encargado de que el gimnasio estuviese vacío para un polvo rápido? ¿Tan seguro estaba de sí mismo? Mi excitación se convirtió en un gran cabreo, yo soy más que un polvo rápido en la oficina y me jode que piense que soy de las que se abren piernas tan fácilmente...

Aparte mi mano de él y con un golpe aparte sus manos de mi torso.

-¿Ahora qué te pasa? - dijo medio sorprendido y cabreado.

-¿Has planeado todo esto? ¿Hacer que todos lleguen más tarde y todo para un polvo? - le aclaré.

-Sí, p...

-¡LARGO! - le interrumpí, decepcionada y a la vez cabreadísima. Lo único bueno es que me había olvidado del dolor de cabeza. Pero él no se movió, así que le di un empujón con todas mi ganas, consiguiendo do que se moviese unos centímetros.

-¡Me quieres escuchar! - grito también.

-No, no y no - dije -. Solo quiero que te vayas de mi vista. ¡Cómo puedes ser tan, taaan... Uggh! - dije apartándole más y levantándome de la mesa.

-¡Me quieres escuchar, mujer! - levanto más la voz - ¡No les dije que no viniesen para que follásemos, joder! Solo quería que estuviésemos tranquilos para aclarar las cosas, que haya sucedido esto no es cosa mía, por lo que yo he sentido, tú lo querías tanto como yo. Así que no me eches la jodida culpa, ¿entendiste?

-¿Te tengo que creer? - pregunté fríamente pero hirviendo por dentro.

-¿Sabes qué? ¡Haz lo que te de la puta gana! - dijo alejándose de mí. - Paso. ¿Quieres que solo sea un acuerdo? Pues será un acuerdo. - Dijo antes de marcharse y cerrar con un portazo que hizo que las paredes vibraran durante unos segundos.


Soy Tuya ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora