MARI estaba convencida de que no podría pegar ojo, pero finalmente cayó rendida. No supo cuánto tiempo estuvo durmiendo, pero aún estaba oscuro cuando se despertó con el cuerpo empapado de sudor y el corazón desbocado. Los restos de la pesadilla se desvanecieron ante la realidad, mucho peor que el monstruo que la perseguía en sueños.
–¡Estoy casada!
Siempre había soñado con casarse, formar una familia y vivir junto a un hombre con quien pudiera bajar sus defensas y entregarse por completo. A veces lo veía en sueños, pero al despertar su rostro se desvanecía como el humo.
«¿Qué es lo que he hecho?».
Se incorporó en la cama, respirando con agitación y aferrando las sábanas arrugadas.
Había cometido un error, un terrible error.
«Dieciocho meses, Mari. Solo tienes que resistir durante dieciocho meses y luego podrás volver a tu vida. No volverás a verlo nunca más». Se tumbó boca arriba y contempló las vigas oscuras contra el techo blanco. Había dejado abiertas las puertas del balcón, pero no entraba el menor soplo de aire y lo único que se oía era el suave giro del ventilador. El silencio la oprimía contra la cama, y la cabeza le daba vueltas mientras pensaba en lo que sucedería a continuación.
Intentó bloquear los pensamientos negativos. A Sebastian le gustaban los perros y quería mucho a su abuela...
Por Dios, ¿cómo había llegado a aquella situación? Volvió a incorporarse y sintió que le rugía el estómago. Sabía por experiencia que un vaso de leche caliente era lo único que podría ayudarla a conciliar el sueño, de modo que se levantó y sacó de la bolsa lo primero que encontró: un bolero de encaje que se puso sobre el camisón.
El pasillo, con sus paredes llenas de arte moderno, seguía iluminado a intervalos por los candelabros de cobre que tanto la habían fascinado mientras Tomás la conducía a su habitación.
¿Hacia dónde seguir? ¿Izquierda o derecha? Recordó una virgen tallada en madera en lo alto de la escalera, pero no vio nada de eso a ningún lado del pasillo. Tan solo una interminable sucesión de puertas.
«Es inútil, Mari. Vuelve a la cama».
Pero aún no quería abandonar. En vez de hacer caso al sentido común, recorrió el pasillo hasta dar con un balcón de hierro forjado similar al que había en su habitación. Se dio la vuelta con un suspiro... y se quedó helada al ver una imagen espectral delante de ella. Un grito de espanto brotó de sus labios y se llevó la mano a la boca, y lo mismo pareció hacer el fantasma.
Solo entonces se dio cuenta de que estaba ante un espejo. Soltó una carcajada de alivio, pero aún temblaba por la impresión y se agarró al pomo de la puerta más cercana en busca de apoyo.
–Los fantasmas no tienen el pelo rojo.
Aunque hubiera estado durmiendo, el grito lo habría despertado, un chillido de terror que le congeló la sangre.
–¿Mari...? –con el corazón desbocado, se levantó de un salto de la inmensa cama de roble y echó a correr hacia la puerta.
Por suerte la habitación no estaba del todo a oscuras, gracias a la pequeña lámpara de la mesa del rincón donde había dejado un libro abierto. Agarró el pomo y tiró con tanta fuerza que a punto estuvo de arrancar la hoja de las bisagras... arrastrando el peso adicional de la persona que estaba aferrada al otro lado del pomo.
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La Mujer Pelirroja
Любовные романыAcabaría siendo ella la que caminase hacia el altar... y hacia él. Sebastian Rey-Defoe se había resignado a un matrimonio de conveniencia... hasta que una pelirroja interrumpió la ceremonia y lo puso en evidencia delante de todos. Lo peor era que S...