Epílogo

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  MIRA a tus hermanas.

  Seb levantó a su hijo Ramón para que viera a las niñas que dormían en la cuna.

  El niño abrió los ojos como platos.

       –¿Puedo tocarlas?

  Seb asintió, con el corazón henchido de orgullo cuando su hijo tocaba la nariz de cada una con el dedo.

  –Se parecen a mamá –dijo, mirando maravillado los cabellos rizados y rojizos.

          –En efecto.

         –¿Yo a quién me parezco, papá?

  Seb tragó saliva. Le costaba creer lo afortunado que era. Los primeros meses del matrimonio habían sido maravillosos. Después de una boda de ensueño y de una prolongada luna de miel, Mari había vuelto a su trabajo en la escuela. La habían recibido con los brazos abiertos al saber que estaba casada con uno de sus mayores benefactores.

  Pero la sombra del bebé que habían perdido seguía cerniéndose sobre su felicidad. Fue la llegada de Ramón lo que ayudó a disiparla, aunque no el trágico recuerdo.

  Seb se asustó más de lo que creía posible cuando Mari se quedó embarazada de gemelos. Ella, que había estado trabajando a media jornada desde que adoptaron a Ramón, pidió enseguida una baja para tranquilizarlo. De no haber sido porque tenían que ocuparse de Ramón, Seb no creía que hubiera podido soportarlo. El pequeño era una bendición en todos los sentidos, y además tenían dos hijas preciosas.

  –Tú te pareces a la mujer que te concibió, Ramón, quien te quería muchísimo.

      –Se fue a vivir con los ángeles.

  –Así es. Y ahora salgamos para no despertar a las niñas ni a mamá – le dio un beso en la frente a su esposa durmiente y salió de la habitación con su hijo.

  Fuera esperaban su cuñado con su mujer y Fleur, que estaba hablando con los padres adoptivos de Mari. Mark, quien pronto dejaría las muletas por un bastón, se había casado con su enfermera.

         –Podéis entrar –les dijo Ramón dándose importancia–. Pero solo si estáis muy callados, ¿verdad, papá?

          –Eso es.

          –Y estamos muy orgullosos, ¿a que sí?

  –Mucho –corroboró Seb, mirando a su esposa dormida a través de la ventana–. Muy orgullosos y muy, muy felices.

 
Fin

La  Mujer PelirrojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora